mente, un continente en el hemisferio austral que "equilibra" a Asia, de igual maneraque África "equilibra" a Europa. Es una concepción cercana a la de Tolomeo de laestructura del mundo. Hay planos, de los que disponemos aún hoy, que dan forma aesta concepción. Es cierto que hacen de esa masa continental una continuidad orientalde África. Cuando en 1488, Bartolomeu Dias franquee el Cabo de Buena Esperanza,habrá que corregir los mapas. El globo de Martin Behaim y el planisferio deGermanus presentarán tales correcciones. Pero no son las de Colón, que pueden observarseen su carta sobre su tercer viaje, al comentar su contacto con la América del<strong>Sur</strong>.Estas correcciones prueban que no solo ha leído, sino que también se ha tomado enserio a Marco Polo, lo que no han hecho ni Behaim ni Germanus. En efecto, MarcoPolo ha vuelto de China por mar, al norte del ecuador. Consiguientemente, Asia es uncontinente boreal, como Europa. Y puesto que África es un continente occidental,queda un continente desconocido por descubrir: «Una inmensa tierra firme desconocidade los antiguos», como escribirá en 1498 el marino convertido en almirante delmar Océano.¿Pero, por qué un continente? No sólo para "salvar" a Tolomeo, no sólo para"salvar" la armonía medieval del mundo, sino también porque, en la Biblia, cuyaautoridad vale, incluso sobrepasa la de Aristóteles, Colón ha encontrado en el pequeñoprofeta Esdras -del que inmediatamente ha hecho un gran profeta- la idea según lacual de las siete partes del mundo, seis son tierras emergidas.Estas convicciones de base conllevan otras opciones: el conjunto Europa-Asia esmás extenso que los 180° de Tolomeo. Colón "elige" a Marín de Tiro, otro geógrafoalejandrino del siglo I, que le da 225°. Pero Marín sabía menos que Marco Polo.Colón añade 28° para los descubrimientos de este último, más 30° para el Japón(Cipango), es decir 283 grados. Partiendo de las Canarias, a 9° de la extremidad deEuropa, sólo quedarían 68° como máximo por recorrer. El asunto se puede hacer,incluso de forma fácil, empezando por apuntar hacia Cipango, la tierra oriental másadelantada.La venta de un proyectoSe ignoran las razones que llevaron a Juan II a rechazar las propuestas de Colón, perose pueden adivinar tres de ellas:1. En 1484, el avance a lo largo de las costas africanas permite hacer pensar, razonablemente,que pronto se va a alcanzar el extremo sur. Es una vía segura, aunquemás larga. Esto será confirmado, en 1497, por la llegada de Vasco de Gama a Calcuta,India.2. Los intentos de encontrar islas intermedias en el océano han fracasado. Aún en1487, Fernao Dulmo (de hecho un flamenco: Van Olmen) partirá para un viaje decuarenta días y... no volverá. Las afirmaciones de Colón, que, por otra parte, lossabios de Juan II califican de "imaginaciones", no tienen ninguna prueba.3. En fin, las condiciones exigidas por Colón para iniciar su viaje son tan exorbitantescomo las que impondrá después a los reyes de España.La negativa portuguesa lleva a Colón a Castilla, donde se estanca durante siete98 VIENTO SUR Número 5/Octubre 1992
años, sin lograr forzar la convicción de la comisión de sabios que nombrará la reina,y que preside su confesor, el obispo Talavera. Esta comisión decide que lo que diceColón es imposible. ¿Sobre qué base? No se sabe. Probablemente también Tolomeo,es decir: no una concepción correcta de la estructura del mundo, sino un error, soloque diferente del marino. Además, cuando se tome la decisión del viaje, en abril de1492, Talavera soltará el fondo de su pensamiento, es decir, que es sacrilego quererfranquear los límites fijados por Dios para el habitat de los hombres.Pero Colón ha sabido convencer a gran número de personajes importantes: no sóloa los monjes de la Rábida y los duques de Medina Sidonia y de Medinaceli, sino aLuis de Santángel, especie de ministro de Estado de Aragón y tesorero de la SantaHermandad, policía política y fiscal, y a religiosos como el preceptor del príncipeheredero, el dominicano Diego de Deza. De todas formas, mientras los soberanos deldoble reino de Castilla y de Aragón no acaben con la reconquista de Granada, elproyecto de Colón es la más pequeña de sus preocupaciones. Pero una vez caído elúltimo reino musulmán de la península, se les plantea la preocupación de abrir a sunueva potencia las vías del gran negocio asiático. Ahora bien, Isabel y Fernando hanconcedido a Portugal el monopolio de la navegación de las costas oesteafricanas, esdecir, de hecho, la imposibilidad para ellos de alcanzar Asia por este camino. A partirde ahí, el proyecto de Colón cobra interés. Si el "camino corto" de la travesía delocéano es realizable, permite adelantar a los portugueses.Se ha dicho y repetido que Colón había comprometido su oferta por el carácterquimérico de sus objetivos. Pero si hablamos de Marco Polo, es él quien tenía razónal tomarlo en serio.¿Habló de alcanzar el paraíso terrestre? Pese a algunas opiniones, Colón era demasiadoastuto para cometer tal imprudencia. Y la prueba de ello está en la orientaciónde su primer viaje, derecho hacia la latitud supuesta del Japón, con una carta en elbolsillo para el Gran Kan, soberano mongol de China dos siglos antes, país al quevolverá la espalda cada vez que crea haber alcanzado sus límites. Por el contrario,habrá evocado las tierras del oro, es decir, las ecuatoriales en las que la alquimia creeque el sol opera la transmutación metálica. Pero lo cierto es que en este punto delOriente es también donde la geografía medieval -hasta fines del siglo XV- sitúa elparaíso terrestre. Alcanzar uno, es alcanzar el otro.La vía corta del oro y de las especies es un buen argumento de venta. Más allá delos privilegios exigidos, sólo el riesgo de la inversión constituye aún un problema.Parece que Colón lo arregla finalmente con un farol: «Ya he estado allí» (que apareceen el preámbulo de las Capitulaciones de Santa Fe).Coherencia del proyecto. Coherencia del hombreCasi todos los autores que han escrito y escriben sobre Colón han insistido sobre suscontradicciones. Pero, ¿acaso existe algún individuo que no se caracterice por la conciliaciónde sus contradicciones? Plantearlo como particularidad es confesar la incomprensiónde su dialéctica, en este caso la incomprensión de la estructura mentalde un hombre de un período que podríamos definir como de transición de civilización;lo que Madariaga ha tachado magistralmente de «anacronismo psicológico».VIENTO SUR Número 5/Octubre 1992 99
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