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Descargar - Viento Sur

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es, en consecuencia, tanto el producto de los avances efectivos en los servicios comode la pérdida de peso relativo entre la población asalariada de la industria y la construcción.El primer hecho se explica, seguramente, por el crecimiento de empleo fijo de genterelativamente joven en algunos servicios y por las nuevas prácticas de representaciónsindical y, menos, negociación en la administración pública. El estancamientoen la industria y la construcción hay que atribuirlo, al menos en parte, a la pérdida depeso específico de la gran industria en favor de la mediana y pequeña y, sobre todo, ala proliferación de empleo precario, entre el que los sindicatos se enfrentan a gravesdificultades para la incidencia y la afiliación.A todo ello hay que añadir -al menos en el caso de CCOO- que a lo largo deldecenio la afiliación se ha ido haciendo progresivamente más pasiva, en términosgenerales, y más burocratizado el funcionamiento del sindicato.Asimismo, hay que resaltar el hecho de que los sindicatos -especialmente UGT yCCOO- han tenido una evolución que los ha hecho cada vez más dependientes,financieramente, de los ingresos derivados de las administraciones públicas. No faltananalistas que ven en este hecho -seguramente con mucha razón- un factor depeso en contra del mantenimiento de una confrontación sostenida con el poder político.En el terreno de las sombras, hay que destacar la incapacidad de los sindicatos parafrenar -no digamos ya para invertir- la dinámica favorable al peso cada vez mayordel beneficio empresarial en el Producto Interior Bruto, en perjuicio de los salarios(en 1982, los salarios representaban el 51,3% del PIB y los beneficios empresariales,el 44,4%; en 1991, los porcentajes respectivos fueron del 45,9% y 46,1%). De igualmanera, su rotundo fracaso en poner freno al vertiginoso proceso de precarizacióndel empleo /6. Con el agravante de que la UGT, en particular, tuvo en su día unaparticipación activa en la aprobación de la legislación que lo ha potenciado.De una manera general, es destacable el fracaso de los sindicatos en su empeñoproclamado de reducir las desigualdades sociales que se han acumulado en los añosrecientemente pasados.Pero el fracaso más rotundo, y que en buena medida resume todos los demás, radicaprecisamente en su incapacidad para forzar un giro en profundidad de la políticagubernamental. Y no tanto porque sus esfuerzos no se hayan visto coronados por eléxito, que, a fin de cuentas, es algo aleatorio y depende de muchos más factores quela voluntad propia. Sino porque el objetivo proclamado no se ha visto acompañadopor la perseverancia en el empeño. Mucho nos tememos que ese es precisamente elnúcleo central que decidirá en los próximos años el papel de los sindicatos en lasociedad, para bien o para mal.6/ Según las estadísticas de empleo del Ministerio de Trabajo, el 94,6% de los contratos registrados en 1991 respondíana las diversas modalidades de empleo precario. Porcentajes similares -en crecimiento de año en año- se registrandesde 1988.Los datos de Eurostat, referidos a 1989 -y, en consecuencia, ya sustancialmente empeorados en la actualidad-,colocaban al Estado español en el primer puesto, entre los países de la CE, de la precariedad ocupacional, con un 30%de empleo temporal y un 70% de empleo fijo. El siguiente país en peor situación, Portugal, arrojaba el 13% y el 81 %,respectivamente. Los demás ofrecían porcentajes de empleo temporal inferiores al 10% del total de empleos (salvoIrlanda, 12%; Italia, 11%, y Grecia, con un 10%).78 VIENTO SUR Número 5/Octubre 1992

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