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Ago. Sept. Oct. Nº 282-283-284 - Biblioteca Virtual El Dorado

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IVDelcassé vivió lo bastante para ver su obra cumplida hasta dondeello ha sido posible. La alianza rusà prestó buenos servcios enlos primeros días. La alanza inglesa dura todavía, si bien cada vezmás ligera, más tenue, más vaporosa. Y durante los días crueles desangre y de dolor en mucho contribuyó a mantener unidos a losaliados el famoso tratado firmado en septiembre de 1914 por Inglaterra,Francia y Bélgica, por el cual se comprometían firmementea no hacer la paz separadas. Ese tratado, si no fue obra deDelcassé, tuvo por lo menos su apoyo y lleva su firma.Se atribuye al arribo de Clemenceau al Poder, como ya hemosdicho, el retiro de Delcassé de la vida pública. No está bien determinado.Pero es lo cierto que el hombre fogoso, elocuente, arbitrario,no cabía en el mismo plano con el hombre pensador, resuelto,tenaz. No se amaban y aun parece que se odiaban i,,)fundamente.Se da como razón de este odio una aventura amorosa en queaparece una comedianta de más belleza que talento y de ningunacelebridad. No lo creemos así. <strong>El</strong> que Delcassé hubiera llenado hacemás de cuarenta años el sitio que dejó vacante Clemenceau, proscrito,en el corazón y en el lecho de una hermosa, no es causasuficiente para explicar a tan larga distancia el rencor de dos hombresde primera categoría, de cuya unión de procedcrcs y de voluntadeshabría obtenido la Francia provcchos apreciables. Otras razonesmás poderosas deben existir, pero ellas permanecen aún desconocidas.Lo cierto es que Delcassé, por esa causa o por su enfermedaddel corazón, dejó libre el campo a su rival y se retiró porcompleto de la vida pública.vy ahora, ese hombre pequeñito, moreno, taciturno, hermético,se ha ido sin ruido cumpliendo el trance de la vida a la muertedulcemente, en la calma de un jardín episcopal, en la soledad deun sendero poco transitado, en la monótona calma de un atardecerinvernaL. Fue en Niza, la bella ciudad del placer y del amor y dellujo, y después de asistir a un concierto en el palacio del obispo abeneficio de los jóvenes pobres de la diócesis. Delcassé se sentabaal lado de Gabriel Hanotaux, a quien se quejó al final del calor quereinaba en la sala. Y apresurándose a salir de los primeros se dirigióal jardín en busca de aire, internándose por las callejas solitarias.¿Qué hizo luego? ¿Se sentÓ en un banco? ¿Le atacó allí el mal?¿Duró mucho su agonía? ¿Tuvo fuerzas para pedir auxilio, sin que311

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