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Ago. Sept. Oct. Nº 282-283-284 - Biblioteca Virtual El Dorado

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es: muchos con el sombrero puesto; algunos acostados en los bancosy tal cual durmiendo beatíficamente. Aunque es verdad tambiénque los ingleses son como el agua mansa y ya se conoce laexactitud del refrán castellano sobre ella.París, 2 de diciembre de 1922.CENTENARIOS Y ANIVERSARIOSEste año del Señor de 1922, que felizmente está al expirar, hasido el de los centenarios y .miversarios, al menos para los franceses,que en materia de cronología y de historia les dan punto yraya a los demás habitantes del globo, tal vez para cohonestar sucrasa ignorancia de la geografía.Nos declaramos incapacitados para recordar de golpe los centenariosy aniversarios celebrados en el año, pues ello exigiría unprodigioso esfuerzo de memoria, del cual preferimos librarnos. Perosiquiera enumeraremos algunos, así como nos vayamos recordandode ellos. <strong>El</strong> primero es el del nacimiento del ilustre don JuanBautista Poquelin de Moliére, grande entre los grandes, que se celebróen el mes de enero; luego el del viaje de Sebastián del Canoalrededor del mundo en 1522; después el de San Francisco de Salesmuerto en 1622; sigue el del nacimiento del inspirado compositorCésar Franck, en 1822; el de Champollion el joven, quien logródescifrar los jeroglíficos egipcios, sin haber estado nunca en Egipto,en ese mismo año de 1822; y por último el más importante detodos, el centenario de Pasteur, ilustre sabio, el más ilustre de loshombres de ciencia del siglo pasado, que sin ser médico hizo tantosbeneficios a la ciencia médica y a la humanidad.A propósito de Pasteur, recordamos ahora algo ocurrido a él ya Víctor Hugo. Llegó una vez a París una carta dirigida Al hombremás grande de Francia, y el administrador de correos, que creíaque ésle era Víctor Hugo, la envió al magnífico poeta. Pero Hugomodestamente la envió a Pasteur, que a su turno la devolvió aHugo y así de uno a otro estuvo viajando la carta hasta que un díaresolvieron de común acuerdo abrirla y se enteraron, no sin secretopesar, de que la carta no era ni para el uno ni para el otro, pues elhombre más grande de Francia era cierto gigante que por esos díasse exhibía en el bulevar Clichy.Los franceses, que parecen tan frívolos, tienen, sin embargo, elculto del recuerdo. Quizás sea sólo como un pretexto para vivir enfiesta perpetua, pero del modo que sea es loable. Este año han364

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