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Ago. Sept. Oct. Nº 282-283-284 - Biblioteca Virtual El Dorado

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De pronto sale la cuadrilla. A su frente, los diestros: La Rosa,Chicuelo, Maera, Nacional 11. Todos de la última hornada. Saludany cambian de capote. Aparece el primer toro ycomienza la lidia.Salvo la despanzurrada de dos o tres caballos por toro, caballos queacaban de matar allí mismo en el ruedo y que a veces nos ofrecenespectáculos horrbles, se me parece esta corrida, como un huevo aotro, a las que he visto en mi tierra: toros malos y toros regulares;toros buenos por excepción; una que otra cogida; banderilas queno se so.stienen o que rara vez quedan bien puestas, y asesinato detoros al por mayor. Porque ya se acabaron aquellos toreros quedespachaban de una estocada sus toros. Recuerdo haber visto, haceya algunos años, a Llaverito matar cuatro toros una tarde, a estocadapor toro. Ya hoy esto casi no se hace. Según el maestroBenllure, que es un gran afiCionado a toros y que termina para latumba de Joselito un monumento artísticamente admirable, que deseguro no tienen Cervantes, Castelar ni Canalejas, ello obedece aque les falta aprendizaje. Como se han acabado antes de tiempolos ases del toreo, ha habido que dar la alternativa a chicos queestarían bien como banderilleros, pero a quienes falta todavía unpoco de dominio, de experiencia y, añado yo, de marllería.<strong>El</strong> segundo toro de la tarde tocaba matarlo a Chicuelo, unmocito de pocas cares, chiquitín, que debió torear una corrdahace poco en esta villa y corte y no lo hizo dejando al públicoburlado, y leno de rabia contra éL. Ya al entrar al ruedo le obsequiaroncon pitos y silbidos. Y ahora al matar, nervoso el pobrechico, dio una estocada contrara que fue como abrir a la vez queun escape a la vida del toro una salida a las bajas pasiones de lamultitud. Como por encanto todos los espectadores, inclusive lasmujeres, se levantaron, erizado el pelo, rojas las mejilas, saltadoslos ojos, apretados los puños, ronca la voz. Y qué cosas le gritaronal pobrete: "Ladrón, asesino, mal nacido, sin vergüenza", eran laspalabras más delicadas que se escuchaban. A mi lado se sentaba unseñor gordo, coi. aire de andaluz, que a lo mejor no había pagadosu entrada y que se lamentaba de la pérdida de tres duros y decía:"Pero a la salida me las pagas, ¡niño bien! ¿Te has creído quetorear es lo mismo que chunguearse con las mozas de postín enRosales o en Fornos? ¡Qué hambre tendrán en tu casa, desgraciado,para que estés todavía ahí plantado! ¡Vas hoya salir de laplaza custodiado como si fueras el rey, porque de no, te descuartizan!" Todo ~sto con supresión de letras, ceceo cerrado y adiciónde palabrotas que no me atrevo a copiar.Ya en todo el resto de la tarde el público no cesó de denostaral Chicuelo y de tirarle almohadilas. Y cuando acabó la corrida328

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