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Ago. Sept. Oct. Nº 282-283-284 - Biblioteca Virtual El Dorado

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un rato, siguiendo luego al paseo de las Bóvedas a observar elemplazamiento de los cañones y los movimientos de los buques deguerra, uno de los cuales no se había unido al movimiento y habíaamenazado con bombardear la ciudad. Desde el paseo dicho sepodía observar que levantaba sus fuegos, lo que supo el generalHuertas, quien se apresuró a mandar orden al jefe de la artilería deque disparase sobre dicho buque si notaba que trataba de marcharseo si hacía fuego sobre la ciudad. La orden la llevó un tío mío,el capitán Juan Bernardo Andreve, muerto ya hace muchos años,pero creo que el Bogotá, que así se llama el buque, se adelantó ahacer unos disparos sobre la ciudad, que le fueron contestadosaunque sin causarle daño, y a marcharse con rumbo al Cauca. Unode sus disparos mató a un chino que dormía en una buhardila ycausó algunos daños materiales de poca importancia a la casa delcapitán Ignacio Molino. Por qué los buques que estaban de nuestrolado y en especial el 21 de Noviembre no hicieron fuego al Bogotáy lo dejaron marchar, fue cosa que a todos sorprendió.Después de esto regresó alIado del general Díaz, que se encontrabaen el vestíbulo del Hotel Central, en cuyo sitio y la oficinaanexa habían establecido su despacho los jefes del movimiento señoresDoctor Manuel Amador Guerrero, don José Agustín Arango,don Ricardo Arias y otros, y el señor Juan J. Méndez, que habíasido nombrado secretario de la Junta de Gobierno que ellos formaron.Acompañando al general Díaz pasé el resto de la noche, enterándomepor una parte de los proyectos de defensa para el caso deque, como se esperaba, el coronel Torres nos atacase, y por otra dela actuación de los organizadores del movimiento, que no fue igualmenteenérgica y decidida por parte de todos. De lo que allí supey de una relación que me entregó como quince años después miviejo y respetado amigo don Charles R. Zachrisson V. en Londres,y que conservo entre otros muchos papeles de importancia saqué laconsecuencia de que los verdaderos jefes de la jornada de ese día,junto con el general Huertas fueron el doctor Manuel AmadorGuerrero, los hermanos Domingo y Pedro Díaz, y don José AgustínArango. No trato de restarles méritos a los demás comprometidosen el movimiento ni de negar sus servicios muy nobles y patrióticosantes y después del golpe, que ellos solos bastan paramerecerles el respeto, el cariño y la gratitud de los conciudadanos.Pero parece casi fuera de discusión que hubo un momento entre lasdos y las seis de la tarde en que sin el arrojo y la decisión deAmador, Arango y los hermanos Díaz, se hubiera perdido todo,absolutamente todo.Entre las disposiciones tomadas esa noche, una de ellas fue lade marchar muy temprano por la vía férrea a esperar al coronel46

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