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Ago. Sept. Oct. Nº 282-283-284 - Biblioteca Virtual El Dorado

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Pedí permiso a don Samuel Maduro para salir a una diligenciamuy urgente. "Sí, Andreve, vaya, me contestó; pero antes guardeen la caja fuerte los libros de cuentas".suerte, Andreve". Observé al sal que alguos empleados eny una vez hecho esto, me dijo al despedinne: "Muy buenatrecerrabanlas puertas, todo lo cual me hizo suponer que mis patronesestaban al tanto de lo que se tramaba, o al menos lo maliciaban.Uegué a la Plaza de Santa Ana y la encontré llena de gente,toda muy excitada. A cada rato llegaban emisarios con noticiascontradictorias: que se repartirían aras; que no se repartirían; queatacaríamos el cuartel con la que tuviéramos; que el golpe se daríaa las cinco o a las seis, etc.Mientras tato el tiempo pasaba y como a eso de las cinco ymedia llegó un emisario a avisar que el golpe se había pospuestopara las ocho de la noche, hora en que se ofrecería a los generalesuna retreta enfrente de la Comandancia General en la cual se alojabany que durante ella serían apresados. La demora no era de buenagüero, pero no podíamos hacer otra cosa que resignamos y aguardar,y mientras tanto, lo mejor era comer. <strong>El</strong> señor Gil F. Sáncheznos invitó a varos amigos a hacerlo en su compañía en el HotelGénova, del italano Jeróiumo Arbocó, situado en donde está hoyel Hotel Colón. Creo que nos sentamos a la mesa, salvo olvido demi parte, los señores Gil F. Sánchez, Agstín Argote, MaminoAlendral, Esteban Casanova, y yo. Pero apenas pudimos tomarwias cuantas cucharadas de sopa, pues oímos W1 fuerte vocerío quellamando nuestra atención nos luzo levantar de la mesa a ver quéocuría. Es el pueblo, nos dijo alguien que pasaba a la carera, quese dirige al cutel de Chiquí. Corrmos nosotros al oír la noticiay alcanamos la cabeza de la columna en la intersección de la cae"B" y la Aveiuda Central, y seos con ella, dano vivas a laRepública de Panam, al parido liberal y al general Díaz, queestaba con nosotros, y disparando al aie los revólveres los queteníamos.Por el camino alguen nos informó de prisa lo ocurido. <strong>El</strong>general Huertas, que primero opinó que el golpe se diera a las ochode la noche, recapacitó luego y se convenció de que toda demoraera sumamente peligrosa, coincidiendo en este particula con elgeneral Díaz, quien había insistido en que se diera a la cinco de latade; y confiando en el caro y respeto de sus soldados habíaordenado la priión de los generales en los momentos en que visitabanel cuatel con el fin de allí mismo deponerlos. Así se habíahecho y los soldados del "Colombia" nos aguardaban para fraternzacon nosotros y entregamos armas.lS

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