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Ago. Sept. Oct. Nº 282-283-284 - Biblioteca Virtual El Dorado

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COMER Y MATAR...aZecorcláis la historia de un papa que tenía la costumbre deinvitar a comer a aquellas personas de quienes quería deshacerse?Un poco de \'CIl'no, del que siempre cargaba en el ;Jnillo riel pesca.dar, vertido en una copa de vino, era todo lo necesario para despacharde este mundo a cardenales fastuosos, capitanes bizarros ymercaderes opulentos. Estos envenenamientos tenían un fin: acrecentarlas riquczas del papa "incest uoso, cruel y cortesano," cuyonombre no es necesario mencionar.Esto de matar comiendo o acabando de comCl no ha sidoprivilegio, claro está, de ese famoso papa, de origen españoL. Yahacía muchos siglos que un su homónimo mataba a su mejor amigodespués de un banquete, en que el vino corriÓ a crátcras henchidas,diremos. y aun parece cierto que cuando ocurriÚ el primer asesinatoCaín y Abel se acababan de comer glotonameiu.. ,-1 borrico cuyaquijada sIrvi/i a aquél para conquistar el poco envidiable remoquetede primer fratricida.Pero dejemos a un lado los ejemplos que nos brinda el pasadoy vcamos los que nos ofrece el presente. Tres de ellos han ocurridoen estos días y los relatal(~ a mis lectores lo más lirevemente queme sea posible, omitiendo, eso sí, detalles espeluznantes para noparalizarles la digestión y para evitarles pesadillas.Para celebrar la entrada del año se reunieron en un restaurantede Lyon varios amigos. Como faltara uno de ellos que se hallabasufriendo arresto por alguna falta policiva, propuso a los postres untal :\Iarcelo Chartoire hacer una colecta entre los presentes paraenviarlc ,dguna cosilla :i1 camarada ausente: un alún de pavo, unabotella de champ:iiia, un lenguado a la Marqueritte, unos buñuelosen vino dulce, unos buenos tabacos, algo en fin que le testimoniaraque no le habían dado al olvido. Todos aprobaron la idea menosuno de ellos; pero Chartoire, que no tomó la negativa en serio,echó mano de un sombrero, el suyo o el del vecino, y coiiienzÓ lacolecta. Y al llegar cerca del que a ella se oponía le dijo cariñosa.mente tocindolc la espalda: a ver, mi viejo, haz un buen gesto. ¡ybuen,) que lo hizo por cierto! EchÓ mano a un revúlver y sin decirpalabra, r:í.pido y certero, despachÓ para el otro mundo al buenChanoire, que no tuvu tiempo de darle las gracias.Parccc que el primer día dcl año debía dejar aquí y allá huellassangrientas de su paso. En Stains, lugarejo cerca de San Dionisio,c(:lebrc por sus telas niccrauas, el joven lves Mcdilcc y su amigaEugenia Villermo! imitaron a almorzar a su vecina Felipa Maignaut.373

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