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Diversidades

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<strong>Diversidades</strong>: Perspectivas multidisciplinarias<br />

para el estudio de la interculturalidad y el desarrollo social<br />

266<br />

En ese sentido merece la pena decir con Braidotti (2004) que la cultura patriarcal ha<br />

“incardinado a los sujetos en términos específicamente sexuales de acuerdo con la<br />

más antigua de las dicotomías: varón/mujer” (p.16). Y teniendo en cuenta esa asignación<br />

fragmentada se ha situado el hacer de las féminas siempre en la esfera de lo<br />

otro, lo diferente, todo aquello que de alguna manera está en una posición de inferioridad<br />

con respecto a los hombres. Y esa dicotomía también encierra otra relacionada<br />

con la noción de sexo y género, en donde el primero se inserta en la esfera de<br />

lo “natural” aquello con lo que se ha nacido y que supuestamente marca la esencia<br />

y los recorridos de los sujetos; y el segundo responde a una construcción cultural;<br />

sobre ese sistema se asienta, entonces, la opresión de las mujeres dada a partir de<br />

un conjunto de disposiciones en el que “la materia biológica del sexo y la procreación<br />

humana son conformadas por la intervención humana y social y satisfechas<br />

en una forma convencional, por extrañas que sean algunas de esas convenciones”,<br />

tal como lo enuncia Irigaray (1998) retomada por Mayobre Rodríguez (2007).<br />

No se puede dejar pasar de largo, entonces, que en la configuración de lo femenino<br />

y masculino “intervienen no sólo factores genéticos sino estrategias de poder,<br />

elementos simbólicos, psicológicos, sociales, culturales (…)” (Mayobre, 2007, p.3),<br />

que no tienen nada que ver con lo meramente sexual y ello significa tal como lo<br />

advirtiera tempranamente Beauvoir que no se nace mujer sino que se hace. Más<br />

allá este hecho entraña que esas categorías son construcciones culturales en las<br />

cuales van implícitos elementos que se van tejiendo en los diversos contextos y<br />

que se relacionan también con nociones de poder. Y ello se evidencia justo en ese<br />

proceso de configuración de las identidades en el cual existe una notable asimetría<br />

en la manera como se concreta para los hombres y las mujeres. Así, mediante una<br />

socialización diferencial “se logra que los individuos adapten su comportamiento<br />

y su identidad a los modelos y a las expectativas creadas por la sociedad para los<br />

sujetos masculinos o femeninos” (p.3).<br />

Con respecto a lo anterior, resulta como mínimo sugerente hacer un rastreo histórico<br />

para mirar de dónde proviene esa división tan notable entre los géneros. Y<br />

eso conduce hasta la Grecia del siglo V A.C., en donde, siguiendo a Richard Sennet<br />

(1994), ya existía una separación brutal entre hombres y mujeres, dada a partir de las<br />

supuestas diferencias entre el calor corporal de unos y otras, que borraba sistemáticamente<br />

la posibilidad de acceso de estas últimas a la palabra, a la esfera pública, a<br />

disfrutar de la ciudad en igualdad de condiciones. Así pues:<br />

El calor del cuerpo era la clave de la fisiología humana: quienes concentraban<br />

y dominaban su calor corporal no tenían necesidad de<br />

ropa. Además, el cuerpo caliente era más reactivo, más febril, que un<br />

Z-GERVASI_DIVERSIDADES-PERSPECTIVAS-MULTIDISCIPLINARIAS_LIBRO.indb 266<br />

02/06/16 6:11 p.m.

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