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Tres cerditos - Apostolos Doxiadis

Apostolos Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder engañar a la muerte.

Apostolos
Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga
y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de
tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una
fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder
engañar a la muerte.

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UNA NOCHE MUY HÚMEDA de agosto de 1943 los dos se subieron a un taxi<br />

delante de la puerta del terrible hotel de East Harlem. Llevaban tres bolsas:<br />

una cada uno y otra más pequeña con un poco de ropa de Leo y, lo que era<br />

más importante, casi quinientos mil dólares ocultos en el falso fondo de la<br />

bolsa. En ese momento el dinero estaba en forma de oro y diamantes, cosas<br />

que se podían vender; el cambio de dólares a mercancía valiosa transportable<br />

lo había hecho Ginsburg con ayuda de las redes antifascistas. Uno de los<br />

suyos también fue quien preparó el falso fondo de la bolsa. Como forma de<br />

agradecimiento, Leo donó diez mil dólares a la causa.<br />

Los dos amigos fueron a Grand Central Station cambiando de taxi tres<br />

veces por el camino (una precaución para asegurarse de que no los seguían,<br />

dijo Ginsburg). Leo no esperaba menos de un hombre que había conseguido<br />

escapar de los fascisti. Cogieron el primer tren que salía de la ciudad, cuyo<br />

destino resultó ser Pittsburgh. Llegaron allí por la mañana, cogieron un taxi,<br />

luego otro y al final se trasladaron a una pequeña ciudad cercana y cogieron<br />

otro tren a Louisville.<br />

Tras unos cuantos cambios de tren más, yendo de acá para allá, muchas<br />

veces eligiendo al azar el destino en el último momento (otra precaución),<br />

llegaron a Miami tres días después de haber salido de Nueva York. Ginsburg<br />

le aseguró a Leo que ya estaba cien por cien seguro de que no los habían<br />

seguido. Un camarada antifascista de Ginsburg, un hombrecillo que no<br />

hablaba más que italiano, los recogió en la estación de tren y los llevó a un<br />

lugar para que descansaran durante el día. Después, cuando oscureció, el<br />

antifascista los llevó a un pueblo de pescadores que estaba a una hora de la<br />

ciudad. Allí los esperaba un gran barco de pesca que los llevaría a su<br />

siguiente destino: La Habana. El antifascista subió al barco también y

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