Tres cerditos - Apostolos Doxiadis
Apostolos Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder engañar a la muerte.
Apostolos
Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga
y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de
tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una
fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder
engañar a la muerte.
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metido ideas extrañas en la cabeza. Estaban en Estados Unidos en el<br />
siglo XX, no en la Italia de Verdi, ni en el plató de una película de miedo con<br />
fantasmas que se levantan de la tumba para vengarse.<br />
Aun así, si hubiera tenido la más mínima sospecha de que había algo raro<br />
en la muerte de Al, Leo habría llegado a considerar seriamente la última parte<br />
de la historia de Nick, lo de la venganza del mafioso que le afectaba a él y sus<br />
hermanos. Pero sabía que no había ni la más mínima sospecha. De hecho, lo<br />
confirmó esa misma noche, más tarde, cuando Thelma fue a su habitación a<br />
buscar consuelo para su pena (¡menuda pena y menudo consuelo!). Sin<br />
mencionar lo que le había dicho Nick de la maledizione, Leo volvió a<br />
preguntarle sobre lo que había dictaminado el médico, aunque ella se lo había<br />
contado horas antes.<br />
—Si quieres, te puedo enseñar el certificado de defunción donde lo pone<br />
negro sobre blanco —ofreció Thelma—. Ataque cardíaco fatal causado por<br />
una trombosis coronaria.<br />
—Así que no ha podido ser ninguna otra cosa —insistió Leo.<br />
—Claro que no —aseguró Thelma—. Así que deja de hacer preguntas<br />
tontas y ven a la cama, osito.<br />
Y, convencido por las palabras de la «doliente viuda», el orsacchiotto, el<br />
osito de peluche (que así llamaba Thelma a Leo en la cama), se olvidó de las<br />
locas teorías de Nick, sobre todo porque en los siguientes días tuvo asuntos<br />
mucho más importantes en los que pensar. Resultó que la muerte de Al Frank<br />
no hizo millonarios a sus hermanos. Aunque su fortuna total se estimaba en<br />
más de cien millones (la cantidad la dieron los periódicos al día siguiente,<br />
allí, en sus páginas, para que todo el mundo la viera), a Nick y a Leo solo les<br />
dejó quinientos mil dólares a cada uno. No es que fuera una miseria, claro,<br />
pero no era suficiente para satisfacer los apetitos de su hermano pequeño. Así<br />
que en cuanto se enteró del contenido del testamento de Al, Leo decidió<br />
utilizar su talento, sus energías y su tiempo para la muy noble causa (o eso le<br />
parecía a él) de enmendar el daño que le había hecho el tacaño de su<br />
hermano. Y eso iba a ocupar todos los minutos de sus días. Por suerte, Nick<br />
no le hizo perder más tiempo a Leo con eso de la «maldición». La verdad es<br />
que cuando volvió a verlo, en el funeral de Al (esa fue la última vez que los<br />
hermanos se vieron, aunque ninguno de los dos lo sabía), Nick ni le habló. Ni