Tres cerditos - Apostolos Doxiadis
Apostolos Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder engañar a la muerte.
Apostolos
Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga
y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de
tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una
fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder
engañar a la muerte.
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solo en los cuartos de la limpieza (convenientemente había uno en cada<br />
planta) sino también en las habitaciones, cuando alguna estaba libre. Una de<br />
las gobernantas casi lo pilla una vez con una camarera casada particularmente<br />
atrevida («casi» en este caso significa que los pilló justo después del acto),<br />
pero ambos aseguraron que eran inocentes y se les concedió el beneficio de la<br />
duda. Poco después Nick se decidió a expandir el alcance de sus actividades<br />
y empezó a verse con las huéspedes; normalmente era con alguna signora, o<br />
sea, la mujer de algún huésped ricachón, pero a veces incluso se atrevía con<br />
signorinas, sus retoñas. Por desgracia, una de esas veces lo pillaron con las<br />
manos en la masa, o más bien con otra cosa que no era la mano en una parte<br />
muy inadecuada de la joven esposa de un cliente viejo y muy valorado. Por<br />
suerte para la signora, y para el hotel, fue un camarero, y no el marido, quien<br />
los sorprendió, así que todos procuraron guardar silencio sobre el asunto.<br />
Pero, por desgracia para Nick, el camarero se lo contó al director y lo<br />
despidieron.<br />
Corría el año 1922. Su hermano mayor, Al, le pidió a su amigo Willie<br />
Worthington que le diera un trabajo a Nick (Al todavía no tenía un puesto lo<br />
bastante importante en la empresa como para dárselo él directamente). Pero,<br />
para evitar que su hermano acabara avergonzándole, Al se preocupó de que<br />
no lo hicieran dependiente en la tienda, cuya clientela estaba formada casi<br />
exclusivamente por signoras y signorinas, sino que le dieran un puesto en la<br />
oficina principal, en una sección en la que casi todos los que trabajaban allí<br />
eran hombres. Pero Nick había estado haciendo los turnos de tarde y de<br />
noche en el hotel durante seis años y no estaba acostumbrado a levantarse<br />
temprano. Se presentó tarde a trabajar un par de veces y le dieron un aviso,<br />
después otro y al final dimitió. Se lo vendió a Al como un noble acto de<br />
sacrificio por su parte para evitarle a su hermano vergüenzas posteriores. Pero<br />
en realidad lo hizo porque le resultaba aburridísimo estar sentado en una<br />
mesa todo el día. Después de eso Nick trabajó aquí y allá, en todo tipo de<br />
ocupaciones estrafalarias, hasta que en la primavera de 1924 lo contrataron<br />
como camarero en el restaurante del hotel Algonquin, en la calle Cuarenta y<br />
Cuatro.<br />
Yo no sé cómo será ahora, pero en los años veinte el Algonquin era un<br />
sitio muy exquisito. El Plaza lo frecuentaba gente de mucho dinero, pero era