Tres cerditos - Apostolos Doxiadis
Apostolos Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder engañar a la muerte.
Apostolos
Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga
y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de
tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una
fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder
engañar a la muerte.
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incisivos definitivos en las encías superiores. Cada vez que la veía, en las<br />
comidas o por allí, de lejos, ella sonreía y lo saludaba con la mano y él hacía<br />
lo mismo.<br />
Las noches eran menos divertidas. La cena estaba siempre precedida por<br />
un discurso breve sobre «un tema que elevara el espíritu» y todos se<br />
acostaban pronto, a menos que el amigo Leo tuviera ganas de hablar.<br />
Terranova tenía buenos recuerdos de sus largas conversaciones en La<br />
Habana, sobre todo de las descripciones que Leo hacía de sus noches locas<br />
con Thelma. Pero en El hogar el amor no había conversaciones de esas, claro.<br />
En los pequeños huecos que dejaba Leo entre sus reflexiones sobre su<br />
«metamorfosis», Terranova pudo colar alguna de las historias que había<br />
preparado sobre la «costurera Mónica», pero siempre intentaba limitarse a los<br />
aspectos de su relación que no tenían nada que ver con lo físico. Después<br />
cada uno se iba a su habitación, Terranova a dormir y Leo «a leer y rezar<br />
antes de meterse en el catre», como solía decir, aunque Terranova esperaba,<br />
por su bien, que también se tirara a su mujer de vez en cuando. Obviamente,<br />
si eso ocurría, sería sin duda en la postura del misionero.<br />
Terranova invirtió unos días en familiarizarse bien con el horario y las<br />
rutinas de Leo. No era nada complicado: se pasaba la mayor parte del tiempo<br />
enseñando a los niños lengua, aritmética y no sé qué más (Paul-Marie, el<br />
francés, les enseñaba el resto de materias). Obviamente no podía idear nada<br />
que acabara con un accidente mortal dentro de la clase. También invertía algo<br />
de tiempo en leer o escribir cartas para varios buenos samaritanos sentado a<br />
una mesa en el porche. Pero escribir cartas era una actividad de bajo riesgo.<br />
El resto del tiempo estaba en su habitación, en el comedor durante las<br />
comidas o en el porche en esos ratos que se dedicaban ambos a charlar.<br />
¿Qué opciones le quedaban para cargarse al hermano Frank número tres?<br />
Terranova utilizó su viejo sistema para planificar una operación, eso de la<br />
reducción al absurdo: considerar todas las opciones e ir descartando las que<br />
tenían pocas posibilidades de saldarse con éxito.<br />
Al principio pensó en usar veneno, y se había traído dos tipos, preparados<br />
especialmente por el químico alemán, el que fabricó el último puro de Al<br />
Frank. Pero cuando se enteró, la primera noche, de que Hermine sabía todos<br />
los detalles de la historia de la maledizione, tiró los dos viales al Ogooué