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Tres cerditos - Apostolos Doxiadis

Apostolos Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder engañar a la muerte.

Apostolos
Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga
y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de
tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una
fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder
engañar a la muerte.

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onita mañana soleada, Peppe Terranova, que era el verdadero McCoy, un tío<br />

malo de los de verdad (muy malo, en serio), hizo lo que habría hecho una<br />

buena persona. Vale, le concedo que Terranova cambió en el último instante<br />

y acepto también que tal vez el cambio fue solo momentáneo. ¡Pero fue justo<br />

en el momento crucial!<br />

¿Eh?… ¿Qué ha dicho, signore?… ¿Qué quiere saber «por qué»<br />

cambió?… Bueno, es una pregunta difícil, ¿sabe? ¿Por qué cambia un<br />

hombre? Puede ocurrir por muchas razones, incluida una dosis inesperada de<br />

suerte. Fíjese en el cambio de Leo Frank: había llegado a un callejón sin<br />

salida, incluso en un momento decidió acabar con su vida (y lo comprendo,<br />

esa vida que llevaba no merecía la pena vivirla). Pero resulta que tomó esa<br />

decisión dentro de un hospital y que, cuando volvió en sí, se encontró ante<br />

sus ojos la cara y las tetas de Hermine. ¿Y no es eso una bomba de diez<br />

megatones de suerte?, a usted se lo pregunto. Porque ¿ha pensado siquiera un<br />

momento en que si, en vez de encontrar a esa mujer divina, la enfermera de<br />

Lambaréné hubiera sido, digamos, la fea de la misión de Ndjolé, gorda, con<br />

marcas de viruela, las gafas gruesas y el bigote y demás, el viejo Leo habría<br />

decidido recuperarse y convertirse en un candidato a la santidad, casarse con<br />

ella y volver a su finca con su mujer para crear El hogar del amor? ¡Ni<br />

hablar! Seguramente ese pobre idiota habría intentado acabar con su vida otra<br />

vez en cuanto esa criatura horrible hubiera salido de la habitación. ¡Y seguro<br />

que esa vez lo habría logrado!<br />

¿Qué?… No, lo siento, no puedo responderle a más preguntas… Bueno,<br />

siento decepcionarlo, pero así son las cosas… No, no… Teníamos un<br />

acuerdo: yo le hice una oferta y usted la aceptó. Los dos hemos cumplido ya<br />

con nuestras obligaciones. Hemos acabado. Y además es tarde, tengo que<br />

hacer unas cosas… Sí, «a esta hora de la noche». Si no le importa…<br />

Ya es hora de que apague el aparato, signore. Y deme las cintas.

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