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Tres cerditos - Apostolos Doxiadis

Apostolos Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder engañar a la muerte.

Apostolos
Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga
y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de
tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una
fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder
engañar a la muerte.

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epresentar a varios intereses británicos, además de los suyos», y que estaba<br />

trabajando para poner en marcha un proyecto gigante (él lo pronunció más<br />

bien como «guígante»), una producción internacional que por el momento era<br />

un asunto estrictamente confidencial.<br />

—Éstoy séguro de que ústed, séñor Frank, cómprendera, gracias a su<br />

prófundo cónocimiento de la índustria del cine, que la cónfidencialidad es<br />

ésencial en las prímeras fases de un próyecto guígante como este [1] .<br />

Nick le aseguró que lo comprendía. No se atrevió a preguntarle la razón<br />

por la que había ido a verlo y Koltai no la mencionó tampoco. Pero dijo que<br />

le encantaría contarle a Nick más cosas sobre ese proyecto secreto si le hacía<br />

el honor (un verdadero honor porque era un gran fan, insistió) de cenar con él<br />

esa noche en el Plaza, donde se alojaba, o de comer con él al día siguiente, si<br />

esa noche no le venía bien.<br />

—Por la noche me viene bien, pero es que no me gusta la comida del<br />

Plaza —repuso Nick.<br />

—¿Y qué tal el Álgonquin? —propuso Koltai.<br />

Nick suspiró.<br />

—Por desgracia tampoco me gusta la comida de allí —rechazó Nick de<br />

nuevo.<br />

Koltai entonces sugirió Delmonico’s y por fin Nick aceptó. Habría ido al<br />

infierno si hubiera hecho falta para cenar con un productor que quería hablar<br />

con él de un proyecto «guígante»; al infierno sí, pero no a un hotel donde<br />

podría saludarlo un conserje que lo recordara de su época de botones, ni a un<br />

restaurante donde podía atenderlo uno de sus colegas de su época sirviendo<br />

mesas.<br />

Aunque a Nick el corazón estaba a punto de salírsele por la boca por la<br />

expectación, se obligó a llegar diez minutos tarde a Delmonico’s como parte<br />

de la estrategia de hacerse el difícil que había perfeccionado durante sus días<br />

de gloria. Con una langosta Newburg de por medio, Koltai no paró de hablar<br />

de todas las películas de Nicholas Franco que había visto. ¡Ese hombre las<br />

había visto todas!<br />

No solo las mejores, como El rebelde de Jaipur y Rivales en el amor, y<br />

claro, su obra maestra, Drago, el pirata, sino también las primeras, en las que<br />

hizo solo pequeños papeles, e incluso los pastiches sudamericanos en los que

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