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Tres cerditos - Apostolos Doxiadis

Apostolos Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder engañar a la muerte.

Apostolos
Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga
y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de
tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una
fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder
engañar a la muerte.

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casa donde vivían Thelma y él para poder tenerlo vigilado también después<br />

del horario laboral. Durante la primera época en la oficina, Leo fue un<br />

modelo de buena conducta en todos los aspectos. Que descubrieran su<br />

tejemaneje en la bolsa y que se hubiera librado de ir a la cárcel por un pelo le<br />

habían dado un buen susto. Por eso durante un tiempo siguió todas y cada una<br />

de las directrices de Al sobre cómo debía comportarse un miembro de la<br />

familia propietaria de la empresa: incluso respetó la prohibición, totalmente<br />

inhumana a ojos de Leo, de no tirarse a las secretarias ni a las chicas de los<br />

ascensores.<br />

Para entonces Leo, igual que Nick, se había convertido en un hombre<br />

muy guapo. No tenía los ojos «lánguidos» de Nick (los suyos eran más bien<br />

astutos), pero era el tipo de hombre que les gusta a las mujeres, y él lo sabía y<br />

lo utilizaba en su beneficio. Y lo que Al no le permitía hacer en la oficina,<br />

Leo lo hacía en su casa (¡no le habían dicho que no se tirara a nadie de allí!).<br />

Tras haber seducido a todo el personal femenino potable de la mansión (creo<br />

que la vieja cocinera fue la única que se salvó), fue a por Thelma… ¿Me está<br />

mirando con incredulidad, signore? Pues no debería. Me ha oído<br />

perfectamente. ¡El sinvergüenza sedujo a la mujer de su propio hermano!<br />

Obviamente le surgirá la siguiente pregunta razonable: ¿lo habría intentado él<br />

si la puttana de Thelma no le hubiera dado alguna señal de que tenía la puerta<br />

abierta? Probablemente no. ¿Pero significa eso que él no hizo nada mal? ¡Por<br />

supuesto que no! ¿Sabe, signore? Me he encontrado con tipos bastante duros<br />

en mi vida, gente que le cortaría la garganta a alguien sin pensárselo un<br />

segundo, pero incluso para esos hombres era impensable ponerle un dedo<br />

encima siquiera a la mujer de un amigo, mucho menos a la de su hermano. Sí,<br />

incluso los tipos con diez fiambres a sus espaldas tenían más moralidad que<br />

Leo en lo que respectaba a la familia. ¿Acabo de decir «más moralidad»? Mi<br />

scusi. No es la palabra correcta. Para que alguien tenga más o menos de algo,<br />

ese algo tiene que tener algún significado para él desde un principio. Y está<br />

claro que la palabra «moralidad» no tenía ningún sentido para Leo. Es como<br />

si yo le dijera a usted la palabra minchia. ¿Significa algo para usted? Si le<br />

preguntara «¿cómo está su minchia hoy?», ¿podría contestarme?… Claro, no<br />

podría, porque minchia es una palabra que no conoce, es lo normal. (Por si se<br />

lo pregunta, minchia significa «polla» en siciliano.) Pues para Leo la palabra

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