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Tres cerditos - Apostolos Doxiadis

Apostolos Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder engañar a la muerte.

Apostolos
Doxiadis construye en Tres cerditos una absorbente novela de intriga
y de aventuras, que es además una original reflexión con tintes de
tragedia griega sobre el destino, la suerte y la libre elección. Una
fábula en clave moderna sobre la eterna cuestión de cómo poder
engañar a la muerte.

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después de volver de África. La verdad es que desde los primeros días tras mi<br />

regreso tuve la extraña sensación de que lo que había hecho al salvar a Leo<br />

Frank no era propio de mí, no tenía nada que ver con la persona que había<br />

sido toda mi vida. Aun así, no soy un hombre dado a mirarme mucho el<br />

ombligo, ni a hacerme preguntas sobre la «condición humana» ni esas<br />

mierdas, y por eso no me paré a pensarlo detenidamente (al principio no, al<br />

menos). Como sabía que, gracias a como salieron las cosas, me había librado<br />

de las maquinaciones de ese abogado hijo de puta de Chicago, que me quería<br />

muerto, no quise preocuparme más por el pasado.<br />

Pero entonces sucedió algo que me obligó a ponerme a reflexionar sobre<br />

ello. Fue a principios de octubre, época en que la actividad en el restaurante<br />

bajó un poco, como todos los años por esas fechas, cuando tuve una pesadilla<br />

una noche y a la noche siguiente tuve otra vez más o menos el mismo sueño.<br />

Yo nunca he sido el tipo de hombre que cree en esos cuentos de abuelas, esas<br />

bobadas que dicen que «los sueños son mensajes de los muertos», o que «los<br />

sueños predicen el futuro», o cosas por el estilo. Pero en el pasado, cuando un<br />

sueño o una pesadilla persistía, cuando se repetía una y otra vez, era porque<br />

tenía un propósito, una utilidad. En otros momentos de mi vida solo había<br />

tenido ese tipo de sueños cuando estaba en un verdadero aprieto operativo,<br />

por ejemplo en la época en la que Al Frank se encerró en su casa de Long<br />

Island, o después, cuando Calo y Pinza perdieron a Nick Frank en París y yo<br />

me quedé sin forma de localizarlo. En esos casos me di cuenta de que los<br />

sueños funcionaban como acicates, eran una forma que había encontrado mi<br />

cerebro de azuzarme, de no dejarme descansar hasta que encontrara una<br />

solución al problema. Pero cuando llegaron los sueños ese otoño, no tenía<br />

ningún problema que resolver. Lo hecho hecho estaba y no había más que<br />

hacer. ¿Entonces hacia dónde quería dirigirme ese sueño que se repetía una y<br />

otra vez, por qué quería azuzarme?<br />

Supongo que será mejor que le cuente el sueño.<br />

Estoy en una ciudad que no conozco, aunque al principio del sueño se<br />

parece un poco al Brooklyn en el que crecí. Pero según avanza el sueño, se va<br />

convirtiendo gradualmente en un gueto infinito, un cruce entre las partes más<br />

sórdidas de Brooklyn y Ndjolé, pero mucho más sucio y más lleno de gente<br />

que Ndjolé, con edificios más altos y todo oscuro, como si estuviera viviendo

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