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Cien peliculas que me abrieron la cabeza - Nicolas AmelioOrtiz

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por el asesino, sino por la ciudad entera: un grupo de ladrones, la misma

Policía, el siempre amenazante entorno de la multitud. De Palma nos muestra

que no hacen falta psicópatas para que la ciudad donde vivimos sea una

película de terror: acá el miedo no es a un monstruo ni a un fantasma, sino

simplemente al otro. La sensualidad de la protagonista, el deseo del asesino y

el peligro constante llegan a su momento más fuerte en la escena final, donde

ambos personajes se encuentran solos en el consultorio del psiquiatra. Es una

fuerte escena de suspenso que corona armoniosamente la película, pero

todavía falta lo mejor: el epílogo. Más allá de esta escena fantasmagórica y

casi onírica en el loquero, tenemos una marca característica en los finales de

Brian De Palma, y una escena que a todos los fans del slasher les va a

encantar. En la intimidad de una ducha —otra vez la importancia de

Hitchcock en la filmografía de De Palma—, la chica puede ver los no muy

ocultos zapatos —blanquísimos— del asesino. Un sutil movimiento de

cámara tan sigiloso como el intento de escapar de la chica termina en un

nuevo asesinato, otra vez reflejado en el espejo. Alégrense, amigos y vecinos:

el peligro de lo ajeno nunca se fue, y los va a perseguir incluso en sus

momentos más íntimos.

Por más que en su época Vestida para matar fuera un gran éxito de

taquilla, muchos críticos la destruyeron. Fue nominada a tres Premios Razzies

—los Oscar de las «malas» películas—: Peor Director, Peor Actriz y Peor

Actor. Años más tarde, la crítica dejó de histeriquear con la narrativa del film,

para ocuparse de la exquisita y hitchcockeana dirección de De Palma.

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