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Cien peliculas que me abrieron la cabeza - Nicolas AmelioOrtiz

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afiches de Sinister (Scott Derrickson, 2012), El conjuro (James Wan, 2013) y

Annabelle (John R. Leonetti, 2014). Pero hay una película que consolidó esta

tendencia estética en el cine de terror estadounidense. Hablo de The Others,

de Alejandro Amenábar.

The Others nos cuenta la historia de una madre (Nicole Kidman) que debe

cuidar a sus dos hijos de una extraña enfermedad. Las criaturas sufren de una

fuerte aversión a la luz del sol, y por lo tanto deben permanecer adentro de la

mansión en que viven, y en total oscuridad. Si esta premisa no es suficiente

para inquietarnos de entrada, agreguémosle que Nicole Kidman contrata a dos

caseros ancianos y misteriosos para que la ayuden con las tareas del hogar.

Esta película se estrenó cuando yo tenía apenas diez años. En aquella

época huía de las películas de terror, y jamás lograrían convencerme de ir al

cine a verla. En realidad, lo mío no era miedo al terror en sí, sino a la

violencia: ver cuerpos mutilados y personas delirando entre inauditos dolores

me causaba una ansiedad irremediable, al punto de que casi me desmayaba si

veía imágenes tan gráficas —quién me iba a decir que años después quedaría

completamente inmune a este seudopoder del gore, y que incluso en algunas

películas lo encontraría gracioso—. Pero en fin, mis padres fueron a ver Los

otros —seguramente me invitaron y yo me negué, como buen Abanderado de

los Cagones—, y salieron maravillados del cine. Me dijeron que cuando la

lanzaran en VHS debía verla, ya que no tenía nada de sangre ni mutilaciones

ni nada. Años después, unos amigos míos la alquilaron en una fiesta del

colegio, y la vimos todos juntos. La película me venía encantando: tenía una

estética que me daba miedo, pero nada de violencia explícita como para

impresionarme. Llegamos a la escena del piano, y la tensión fluía cada vez

más entre mis amigos. Parecía que toda mi clase del colegio acudía a un ritual

mágico que se daba entre el sofá inmenso de aquella casa y el novedoso

televisor de pantalla plana comprado por los padres del anfitrión. Pero cuando

llegamos al pico de tensión en esa escena del piano, sonó el timbre…, y fui

excluido del ritual. Mientras cruzábamos la oscura autopista, le conté a mi

mamá sobre la película que estaba viendo, y enseguida me recordó que ya me

la había recomendado ella. Y me preguntó si quería alquilar el video para

terminar de verla y enterarme. No sabía que al aceptar esa propuesta me

estaba condenando a sufrir una de las experiencias más terroríficas de mi

niñez.

Me senté a ver The Others completa, pues, ante la pantalla no tan

novedosa de tubo que teníamos en casa. Nunca imaginé el miedo —y quizás

el trauma— que sufriría: ¡chicos de mi edad escondiéndose en un armario, y

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