Cien peliculas que me abrieron la cabeza - Nicolas AmelioOrtiz
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Un hombre se muda a un departamento en París, a sabiendas de que la
última inquilina se ha suicidado ahí mismo, en ese maldito lugar. Muy pronto
irá descubriendo que sus vecinos son todos un dolor de cabeza —como
mínimo—, y además se da cuenta de que le esconden algunos secretos. Lo
que no sospecha todavía es que esos secretos, esas actitudes aviesas, lo
volverán tan loco como aquella trágica inquilina. Todo esto en un contexto
parisino deprimente, y con el mismo Polanski en el papel principal. Y a pesar
de que a él le va bastante bien como actor, me hubiera gustado ver a otro
interpretando a Trelkovski, y así Polanski podría haberse concentrado
específicamente en dirigir: una de las virtudes artísticas que lo caracterizan es
justamente su habilidad para dirigir actores, que a veces es difícil de traducir
en uno mismo.
La película arranca con un traveling por el pulmón de manzana del
edificio, en donde todas las ventanas convergen. Esta idea de ubicar al
espectador en una locación determinada, tanto desde la imagen como desde el
sonido, se mantiene a lo largo de la película como uno de sus componentes
estructurales: está tan bien delineado el escenario de esta tragedia que después
de sufrirla podríamos garabatear un plano de cada piso, y nuestro diseño
rondaría la realidad. A diferencia de Repulsion, en la que el departamento se
enrarecía a medida que avanzaba la historia, en este caso sucede todo lo
contrario: el director quiere que conozcamos perfectamente el edificio, ya que
son los inquilinos quienes se van a enrarecer. Su afán de momificar al nuevo
—vaya derecho de piso—, acompañado del trastorno de identidad por parte
del protagonista, puede sonar a priori, por lo absurdo, como un intragable
cóctel; pero en esta película funciona extrañamente bien. Y esto se prolonga
hasta una de las mejores escenas, la del final: todos los personajes se
convierten en una audiencia pendiente del salto al vacío de Trelkovski, su
obra maestra al fin y al cabo. Esta apoteosis arranca con un traveling similar
al del inicio, y ese solo plano logra que nos revistamos de toda la paranoia del
protagonista. Después viene el salto en sí, que no tengo idea de cómo fue
urdido semejante milagro; pero créanme que es una puesta de cámara en la
que Polanski dicta cátedra.
Las dos películas anteriores del director opacaron un poco a El inquilino.
Y es cierto que al lado de dos maravillas como Repulsión y El bebé de
Rosemary este film se queda un poco corto. Yo mismo tardé muchísimo en
verlo. Mucha gente me decía que era la menos buena de las tres: Si ya viste
las otras dos, Nico, no te estás perdiendo nada. Pero, gracias a Dios, terminé
por desoír ese consejo: Polanski realmente merecía la oportunidad. Y lo que
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