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Cien peliculas que me abrieron la cabeza - Nicolas AmelioOrtiz

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despellejaba a sus víctimas y hasta armaba muebles y decoraciones con piel y

huesos humanos. Dato para la trivia: Norman Bates, el gran personaje de

Robert Bloch para su novela Psicosis —¿les suena?— ya había sido inspirado

por aquel aberrante Gein.

Antes de ver La masacre de Texas, lo único que yo conocía como cine de

terror eran las secuelas de El juego del miedo (Saw, James Wan, 2004). Dicho

sea de paso, en esa época ni siquiera estudiaba cine, ni tampoco sabía qué era

una puesta en escena o que el terror dependía mucho de la iluminación y del

montaje. Más tarde, durante el curso de ingreso a la facultad, me encontré con

que proyectarían esta película en un ciclo de cine. Como les dije, yo no era

muy fanático del género, pero quien sería mi actual director de arte, Tomás

«Monti» González Montalvo, en esos días me insistió en que fuéramos a

verla. Al correr de los años recuerdo la experiencia como si la hubiera vivido

hace unas horas: Pam entrando en la guarida de Leatherface, acechada por la

música de percusión disonante. Un plano largo y oscuro de Pam recorriendo

aquella madriguera me mantuvo aferrado al asiento como un niño que no

quiere ver lo que se viene, pero al que la adrenalina lo termina ganando. Ese

plano largo me suspendió en el tiempo y me generó un terror inimaginable.

¿En qué momento iba a aparecer Leatherface? ¡¡¡Salí ya mismo de esa fuckin

casa, boluda!!! Todos los clichés de público de films de terror se conjugaron

en mí a lo largo de aquel plano. Y después, cuando Pam cae al piso y

descubre la espeluznante decoración del cuarto, con la música a todo

volumen, ahí me di cuenta de lo que era en serio el cine de terror. Como dijo

Stephen King en el prefacio de El umbral de la noche: En sus mejores

momentos, el horror nos produce a menudo la extraña sensación de que no

estamos totalmente dormidos ni despiertos, de que el tiempo se estira y se

ladea, de que oímos voces pero no captamos las palabras ni la intención, de

que el ensueño parece real y la realidad onírica. Quizá no sea la escena más

lograda del género de horror —después de todo, a veces se le nota a La

masacre… que es una película de muy bajo presupuesto—. Pero les aseguro

que dejó una marca tan fuerte en mí que hasta el día de hoy sigo

maravillándome con toda la riqueza que su cine tiene para ofrecernos.

Y esta propuesta de terror en su estado más puro se articula en cada

fotograma. El sol amenazante y el calor infernal le dan un tono y un color

especial a La masacre… La cámara es tan caótica como curiosa: se detiene en

detalles muy específicos: los relojes con clavos en el patio, las arañas que

invaden la casa familiar. Y después pasa a travelings en plano general desde

ángulos extraños. Por ejemplo, el traveling lateral que nos muestra el

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