Cien peliculas que me abrieron la cabeza - Nicolas AmelioOrtiz
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estómago —por más que conozca al detalle cómo está trucado cada FX de
maquillaje—, y siempre que termino de verlas me queda como un vacío en la
historia: como que la película no me termina de contar nada. Me ocurre con
Human Centipede (Tom Six, 2009), o con A Serbian Film (Srdjan Spasojevic,
2010): las dos, acaso involuntariamente, funcionan mejor como comedias
negras que como películas de terror. Pero también me sucede con obras más
«consagradas», como Ichi the Killer (Takashi Miike, 2001) o Frontier(s)
(Xavier Gens, 2007). Incluso me pasa lo mismo con algunas que no son de
terror, pero que buscan shockear al espectador, como Enter the Void (Gaspar
Noé, 2009). Son películas que quizás en lo estético resultan muy interesantes,
pero que muchas veces subordinan la historia a la violencia más atroz. Si les
interesa investigar en ese asunto, ahí tienen un movimiento llamado Nuevo
Extremismo Francés, que explora este tipo de películas y narraciones bien
gore y bien de explotación.
Pero Martyrs, a pesar de ser uno de los exponentes de este movimiento,
me parece una película distinta. Martyrs habla de muchas cosas en su historia:
el estrés postraumático, el pánico del ser humano, la dificultad para enfrentar
nuestros terrores y el miedo al ser ajeno. El miedo al otro, en términos
hegelianos. Por eso, a pesar de que se le notan los años en sus efectos
especiales, Martyrs nos sigue atormentando cada vez que la vemos. Su
narrativa no se centra exclusivamente en sobresaltar al espectador, sino que
busca refrescarle sus miedos más profundos. La mujer mutilada que acosa a la
protagonista es un símbolo de su propio pánico. Si le hacemos caso a Oscar
Wilde —ver epígrafe—, y pasamos de la superficie, podríamos establecer una
analogía con nuestra vida cotidiana en sociedad. También nosotros vivimos
acechados por monstruos que nos acosan todos los días: los sucesos
insoportables, las tragedias íntimas, los traumas de la infancia. Nuestra salud
mental pende de un hilo que en cualquier momento podría ser cortado para
que nos precipitemos en el infierno de la locura. Martyrs nos muestra esa
condición, y al llevarla al extremo nos recuerda que nosotros también somos
la protagonista.
Ahora, poniéndonos más técnicos, la película tiene una dirección de arte
maravillosa. Los colores, de tonalidades frías, cortan perfectamente el calor
rojo de las pieles y nos dan una sensación constante de hostilidad contra los
personajes. Ver a las mujeres mutiladas nos deja una tremenda impresión en
el ánimo; sobre todo la del principio es la más atroz, interpretada por una
actriz contorsionista que lleva un maquillaje de cuerpo entero. La escena en
que Lucie va a cargarse a la familia que la mantuvo en cautiverio, masacre
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