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Cien peliculas que me abrieron la cabeza - Nicolas AmelioOrtiz

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tiene el poder de meterse en la mente de otras personas. Un poder que su

abuela medio bruja denomina «el juego».

Junto con El exorcista (William Friedkin, 1973) y La profecía (Richard

Donner, 1976), entre otras, The Other integra una escalofriante serie de

películas sobre niños diabólicos, y lo curioso es que todas salieron en los 70.

Incluso en Italia podemos rastrear esa temática: en el mediometraje Toby

Dammit (1968, integrado en la película Historias extraordinarias y basado en

el cuento de Edgar Allan Poe «Nunca apuestes tu cabeza al diablo»), Federico

Fellini muestra al diablo en la figura de una niña de expresión divertidamente

satánica. También de Italia es el chico poseso de Shock (Mario Bava, 1977).

Y en España tenemos a un Narciso Ibáñez Serrador con su inquietante ¿Quién

puede matar a un niño?, de 1976.

No sé a qué respondía la obsesión en esa época por convertir a un chico en

algo espeluznante —un antecedente de los 50 es The bad seed (Mervyn

LeRoy, 1956)—, pero estas películas se encargaron de que el miedo nos

durara para siempre, y se repitiera en films más recientes como Los otros

(Alejandro Amenábar, 2001) o El orfanato (J. A. Bayona, 2007). En este

caso, los dos mellizos no tienen características horripilantes, sino que

simplemente son la maldad en estado puro. La inocencia de los dos, el sol del

verano y la naturaleza contrastan inesperadamente con todos los sucesos

espantosos que contaminarán de oscuridad la pureza del sueño americano.

Esta infección sería investigada en otros films de la época, y llevada a su

estado máximo de turbiedad en las películas de David Lynch.

Hay una escena en The Other que me gusta mucho por cómo está

encarada, y es la de la posesión del cuervo. Cuando vi esta escena por primera

vez, ya sospechaba hacia dónde iba narrativamente, y al mismo tiempo me

preguntaba cómo se las arreglaría el director para comunicar esa magia. El

montaje entre el plano del niño, su abuela, el cuervo que vuela y después el

plano aéreo nos transmiten perfectamente ese cambio en el punto de vista, y

convierten la posesión o viaje astral en una experiencia estética de primer

nivel. The Other tiene otras muchas instancias en las que logra plantear lo que

ocurre en la mente de los personajes y la ambigüedad en los puntos de vista.

Uno de esos momentos es cuando Niles le cuenta a la abuela lo que descubrió

en la bodega de la casa, y enseguida Mulligan corta a un zoom-in impactante:

la cámara se acerca lenta y obsesivamente al suelo, a la tierra, como tratando

de sugerirnos que algo tenebroso se esconde debajo. Algo que el chico no

terminó de relatar del todo. Estas escenas refuerzan la ambigüedad en la

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