Cien peliculas que me abrieron la cabeza - Nicolas AmelioOrtiz
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Streets of Fire
Calles de fuego
1984. Dirigida por Walter Hill
Una fábula de rock & roll
Con esa placa comienza una de las mejores películas de los 80, dirigida por
un gran director de aquellos tiempos, afrentosamente subvalorado. Walter Hill
nos presenta en Streets of Fire una historia de rescate, motoqueros, rock y
luces de neón. Si hay una palabra que resume todo este film es identidad: con
su coherente combinación de una multiplicidad de códigos escénicos, logra
crear un lugar-otro. Y en ese sentido es único. Dicho al pasar, oficialmente
está inspirado en «Hombre de la esquina rosada», cuento de Jorge Luis
Borges.
La película abre con un recital de lo más ochentero —si todavía no quedó
claro en qué año se hizo el film, esta escena lo revela totalmente—, y una de
las protagonistas (Diane Lane) cantando el tema entero sobre el escenario.
Porque sí, no hace falta introducción ni nada: ¡esto es una fábula de rock &
roll, carajo! Me encantan las películas que nos meten de cabeza en una escena
así, totalmente aleatoria y hasta contextuadamente descontextualizada, en la
que los personajes simplemente pasan el momento de sus vidas. Y ni que
hablar cuando el director tiene cintura como para extender este tipo de
escenas al máximo —un caso semejante, del que hablaré más tarde, es la
escena en la disco de Wild At Heart (David Lynch, 1990); pero quizás el
ejemplo más representativo sea el de Volver al futuro (Robert Zemeckis,
1985): Marty tiene apenas minutos para volver a 1985, y aun así toca «Johnny
B. Goode», y en-te-ro y con solo de guitarra y todo—. Son momentos que
quizá no hacen avanzar la trama —tampoco la detienen—, pero sirven
muchísimo para desarrollar a los personajes y ubicar al espectador en el
tiempo y en el espacio. Además le dan a las películas una identidad mucho
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