Cien peliculas que me abrieron la cabeza - Nicolas AmelioOrtiz
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La primera escena nos introduce de lleno en el género y los temas
principales de la película: el científico evadiendo la ley para concretar sus
experimentos, la inyección de líquido verde brillante y la creación fallida que
estalla en un mar de sangre voluntariamente irrisorio. Con esta simple escena
que no dura más de cinco minutos —y podría funcionar como un buen
cortometraje—, cualquier fanático del terror sabe perfectamente que está a
punto de presenciar una hora y media de material épico. Y esto se termina de
confirmar con la secuencia de títulos: una música que homenajea las cuerdas
de Bernard Hermann para Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960), pero en un tono
más sintetizado y ochentoso, y una gráfica que rememora las increíbles
secuencias de títulos que diseñaba Saul Bass.
Más allá de lo cómica que es Re-animator, tiene muchos aspectos
cinematográficos «serios» que me encantan y que vale la pena mencionar. La
escena en que Herbert West y su discípulo (Bruce Abbott) persiguen al gato
zombi, con la lámpara del sótano oscilando —remember Psycho—, desborda
de tensión. Las prótesis y demás efectos físicos creados por John Naulin
logran perfectamente ese balance entre terror, gore y comedia. Una de las
caracterizaciones que más me gustan —más que nada por la creatividad
puesta en el personaje— es la del doctor Hill al final de la película: la cabeza
que le da órdenes al cuerpo desde una bandeja metálica, y la ridícula cabeza
postiza que lleva puesta «para pasar inadvertido» son tan ingeniosas como
grotescas.
A pesar de que parezca que Re-animator ni siquiera se toma en serio a sí
misma, hay que ponerle mucha atención al libreto. A primera vista estamos
ante una simple comedia de terror; pero, si indagamos un poquito más en los
diálogos y en las escenas, vamos a encontrarnos con muchísimo humor negro
de lo más inteligente, y con más de una cita a clásicos del cine y la literatura.
Contra todo lo que podría esperarse, Re-animator fue un éxito comercial:
recaudó en taquilla el doble de su presupuesto —de menos de un millón de
dólares— y se convirtió rápidamente en un film de culto entre los más
fanáticos del terror. La película, que iba a ser primero una obra de teatro, y
después un piloto de serie televisiva, es sin dudas una joya del cine de los 80
y un film que nadie puede pasar por alto.
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