Cien peliculas que me abrieron la cabeza - Nicolas AmelioOrtiz
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pasado que vivió, pero que a la vez no vivió, y que sólo puede vivir a través
de sus fotografías. El cadáver es sólo una excusa para presentarnos un
problema mayor que el misterio en sí: la imposibilidad de reconstruir a la
perfección una memoria. Blow-Up no tiene saltos temporales, pero nos remite
a una construcción del pasado a través de la imagen. Y esto hace más
interesante a la narración, porque la fotografía también es encuadre, es un
recorte del pasado con un punto de vista limitado. De manera similar a lo que
ocurre en La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954), la fotografía de
Thomas presenta en el encuadre más preguntas que respuestas. Similar a lo
que nos ocurre cuando tratamos de recordar algo que ocurrió hace mucho
tiempo, la visión se nos va nublando, y el punto de vista nos vuelve cada vez
más subjetivos en cuanto al hecho.
El tiempo y el punto de vista ya habían sido predichos por Orson Welles
(El ciudadano, 1941) y por Akira Kurosawa (Rashomon, 1950), pero los años
60 y 70 hicieron explotar estos conceptos. Desde Federico Fellini (8 ½, 1963)
y Francis Ford Coppola (La conversación, 1974), pasando por Blow-Up, la
mayoría de los directores centralizan el problema de la subjetividad y su
relación con el pasado y el presente.
Blow-Up es una gran película, y sin dudas la más popular de Antonioni.
No sólo presenta un estilo narrativo que fascinó a miles de cineastas en el
mundo —fue la gran inspiración para Blow Out, (El sonido de la muerte,
Brian De Palma, 1981)—, sino que también nos muestra una época en su
máxima expresión. Los personajes de la película destilan personalidad,
música, misterio y vida. ¡Hasta hay un cameo de los Yardbirds tocando en
vivo durante una fiesta!
La película fue exhibida en 1966 a través de una distribuidora fantasma
que creó MGM para evitar la censura. Sus ganancias multiplicaron veinte
veces su presupuesto y fue nominada a un premio Oscar al Mejor Director y
Mejor Guión Original. También ganó la Palma de Oro en Cannes ese año, y
fue considerada una obra maestra por críticos americanos y europeos.
Lamentablemente, con los años Blow-Up pasó un poco al olvido. Es
recordada solamente en seminarios de cine o semiótica de la imagen, como
asimismo en bares concurridos por cinéfilos de edad provecta.
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