Cien peliculas que me abrieron la cabeza - Nicolas AmelioOrtiz
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A pesar de que hoy en día no mucha gente conoce este film, en su estreno
fue bastante popular: La mujer de la arena fue nominada a dos premios Oscar
(Mejor Director y Mejor película extranjera), ganó el premio del jurado en
Cannes, recibió excelentes críticas en todo el mundo y —ya que estamos—
figura en el top 10 de películas favoritas de Andrei Tarkovski. Y todo esto no
lo consiguió por azar: La mujer de la arena desarrolla dos personajes
fascinantes en una locación para nada convencional. La arena como
destructora de personas y símbolo del inevitable paso del tiempo nos va
encerrando en la historia, al igual que al personaje principal, y poco a poco
nos va hundiendo en su misma locura. Hay muchas escenas que generan esta
alianza entre la claustrofobia y el tiempo detenido. La primera es cuando
Jumpei busca salir del pozo usando una inútil pala. En su intento por vencer a
la naturaleza, al protagonista se le viene encima una avalancha de arena cada
vez más imponente, más compacta. Hay varios momentos así en la película, y
realmente no tengo idea de cómo Teshigahara y su director de fotografía,
Hiroshi Segawa, lograron filmar la arena con un resultado tan terrorífico
como hipnotizante.
La mujer, sensual y siempre cubierta de arena, se va convirtiendo en un
monstruo ambiguo, en un antagonista seductor. Es uno de mis personajes
favoritos de la película, por su peligrosa inocencia y por la ejecución de su
maquillaje y su vestuario. Hay varias escenas donde se la ve en planos
detalles, y podemos apreciar el contraste entre la suavidad de su piel y la
áspera arena que la cubre. Tanto la actuación de Kyoko Kishida como las
decisiones estéticas que impuso el director sobre la gran actriz, convierten a
esta especie de súcubo y vampiro psicológico en uno de los personajes más
misteriosos del cine japonés.
Como ocurre con la mayoría de las películas orientales, hay muchas
maneras de leer más allá de la historia en La mujer de la arena. Algunos
críticos encuentran en ella una alusión al mito de Sísifo. Otros, más apegados
a ciertos intelectualismos, la ven como una crítica existencialista a las
alienantes y asfixiantes urbes de la sociedad moderna. Pero, más allá de lo
que se vean obligados a interpretar, nadie niega que esta película es
fundamentalmente una narración atrapante y perturbadora. Con su nebulosa
música y su impresionante fotografía, La mujer de la arena es un clásico, y
no sólo del cine japonés. Y siempre le estaré agradecido al seminario aquel
por habérmela enseñado.
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