Cien peliculas que me abrieron la cabeza - Nicolas AmelioOrtiz
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abandonado, en Utah, lo inspiró para hacer una película, y no una película
cualquiera: una película de terror. Y yo agregaría: de terror supremo.
Después de sufrir un accidente automovilístico, una mujer es acechada en
diferentes visiones fantasmagóricas por un perseguidor que no podemos dejar
de asociar con el demonio —Harvey lo insinúa al mostrar en un vitral
religioso la cara de ese mismo perseguidor—. Pero hay mucho más: con una
actriz protagónica poco conocida y un elenco conformado por gente de la
misma ciudad en donde se filmó, Carnival of Souls va entramando en un
crescendo de niveles infartantes un terrorífico viaje —acaso a través de la
propia mente la protagonista, acaso no—, un descenso hacia lo más oculto y
tenebroso.
Quizás no tenga las mejores actuaciones, ni es la historia más sólida que
se habrá contado en Hollywood. Pero Carnival… se sustenta en ideas visuales
únicas y espeluznantes que incluso hoy podrían inspirar algún episodio de
Twin Peaks (David Lynch, 1990-2017) o una secuela de Insidious (La noche
del demonio, James Wan, 2010). Delirante y sutil, este film nos genera en
cada plano una sensación de malestar, y busca poco a poco meternos en la
presunta esquizofrenia de la protagonista. Y pensar que en 1998 tuvo una
remake —al menos dicho oficialmente—, con producción de Wes Craven,
que debe de ser una de las peores películas de terror de todos los tiempos.
Volviendo a esta oscura gema, recomiendo prestar mucha atención a
algunas escenas particularmente turbias:
1. El plano del perseguidor —el mismísimo Herk Harvey, aunque no
aparezca en los créditos— reflejado en la ventanilla del auto.
2. La protagonista frente al espejo, y un amante circunstancial que se
convierte en ese mismo perseguidor satánico.
3. La danza macabra del final de la película, que nos envuelve en la
telaraña de un montaje vertiginoso.
4. El paneo por las huellas en la playa, que termina en el contorno de la
mujer desaparecida, y su mano impresa en la arena. Secuencia que, de
paso, nos indica que todo ha sucedido de verdad.
En conjunto, una experiencia perturbadora. Y a esta sí que conviene verla en
pareja, o al menos de a dos.
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