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Por causa de palabra<br />

Ensayos interpretativos sobre los poemas<br />

de Por cuál causa o nostalgia<br />

que es una encarnación del vacío. El aire, aunque es un éter, esto<br />

es que literalmente no es vacío, tiene la particularidad de ser invisible<br />

para nosotros; no lo sentimos cuando respiramos o cuando<br />

nos movemos, porque vivimos en él. Nuestra sensación es que nos<br />

separa de las cosas —es como una materialización de la distancia—<br />

pero también es lo que nos une permanentemente con ellas.<br />

Si pensamos ahora en que lo asible antes dicho “no es una<br />

flor”, podemos ver alguna luz. La flor es algo natural, pero enmarcada<br />

en la cotidianidad, en el transcurrir irreflexivo de la vida, le<br />

damos una importancia particular pues es una manifestación<br />

emblemática de belleza. Cuando se nos dice que no es una flor,<br />

entendemos que hay un vacío de belleza, una pizca, al menos, del<br />

dolor cotidiano de ser seres caídos; por eso el aire sangra. También<br />

por eso “lo asible cotidiano...” nos ignora, aunque nos invoque.<br />

Está ahí, pero no podemos verlo como a la flor, que se presta a<br />

ser admirada. Necesitamos de la mediación de algo más, y entonces<br />

entendemos a dónde apunta ese talismán en su frente.<br />

Nos ignora o lo ignoramos, y necesitamos entonces de la<br />

ayuda de esos “ciertos vocablos” que nos guían, de esos “giros e<br />

inflexiones” que se hacen válidos en la subida del mar, de los que<br />

habla el poema XIX. Entonces hacen su entrada una y otra vez los<br />

pavos reales de Wallace Stevens, y los dejamos entrar, esperamos<br />

que lo hagan y tenemos abiertas las puertas de la habitación, casi<br />

los invitamos. Pensamos en los pavos reales como en los poemas.<br />

Son algo opuesto a lo cotidiano, majestuosos, coloridos, invitan a<br />

su contemplación, llaman nuestra atención. Les abrimos nuestra<br />

intimidad, nuestra celda —celda a la manera de los monasterios:<br />

lugar de retiro, de meditación— y les damos cabida como palabras<br />

esenciales, significativas, de las cuales necesitamos en función<br />

de lograr que lo permanente de la existencia cotidiana no<br />

nos ignore y sepa que atendemos a su llamado.<br />

Aunque hayamos podido llegar hasta aquí, no está de más<br />

citar a Wallace Stevens: “La poesía es un faisán que desaparece en<br />

el breñal”.<br />

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