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Héctor Carrasquero<br />
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En primer lugar, se nos dice en el poema que “ciertos vocablos”<br />
pueden tener la capacidad de guiarnos; si lo logran, si llegan a servir<br />
para orientarnos, “velan con ardor”; son entonces no solo una<br />
señal que indica un camino, sino que nos acompañan fielmente, y<br />
gracias a su acción —a su fervor, a su firmeza— las ciudades despiertan<br />
con colores extraños. Le dan una nueva vida a lo que nos<br />
rodea, al ambiente en que nos movemos a diario le confieren nuevos<br />
matices. “Hay entonces giros e inflexiones válidas en el mar”<br />
leemos a continuación; pero no son válidas simplemente en la<br />
inmensa extensión del mar, que puede ser metáfora de lo infinito,<br />
de lo inabarcable. Son legítimas, efectivas en el mar “que sube”;<br />
este verso de apenas dos palabras nos da una idea más específica<br />
de lo que es el mar en este poema, pues la subida del mar nos<br />
remite a la marea. La marea es el fenómeno en que cíclicamente<br />
verificamos el ascenso y descenso del nivel del mar debido a los<br />
movimientos astrales del sol y la luna. La marea está íntimamente<br />
ligada al ciclo de los días y las noches; nos recuerda que la tierra, el<br />
universo entero, viven.<br />
Podría decirse que esos giros e inflexiones válidas son aquellas<br />
que corresponden cabalmente a esa vida, aquellos que en<br />
medio de la marea inevitable, cíclica, regular, se manifiestan con<br />
la misma firmeza y —no menos importante— con la misma contundencia<br />
de ese mar que sube: versos. Versos como los siguientes,<br />
que muestran eso tan sencillo y a la vez grandioso a lo que<br />
todos los hombres, cada uno a su manera, tienen acceso y más<br />
aún, disfrutan: “el universo pequeño de la hierba, el pasto frondoso<br />
/ los cuerpos que se aman bajo el firmamento rojo.” Son<br />
cosas sencillas, imágenes cuya belleza es anterior a las palabras.<br />
“Lo asible y cotidiano que nos trasciende”, eso que, según nos<br />
dice Sánchez Peláez en el poema X, es “de mucho vértigo” y nos<br />
invoca, lo escuchamos desde lo más profundo de nuestra humanidad,<br />
casi como algo instintivo. Esos vocablos que logran servirnos<br />
de guía, los que resuenan significativamente, los que sentimos que