Por causa de palabra Ensayos interpretativos sobre los poemas de Por cuál causa o nostalgia encuentra en un estado previo a la enunciación, como una página sin escribir todavía, abierta, dispuesta a ser surcada, con la potencia de la fertilidad aún en él. Lo nombrado en este poema es parte de lo que conforma, en esencia, al poeta, y se nos muestra en un profundo nivel de intimidad. Invocando a su reina —suya pero a la vez poseedora de magnitudes que lo superan—, nos habla desde su libro como desde su casa; antes nos ha hablado fraternalmente y con versos admirativos de otro poeta, y también nos ha presentado a su padre, remitiéndonos al ámbito familiar, el de la infancia, de la sangre. Tal conjunción de elementos nos ofrece, con gran dosis de franqueza, lo que pudiéramos llamar un apretón de manos de parte del poeta, pero desde su condición más sencillamente humana, al margen de lo biográfico. Podríamos sospechar algo que Juan Sánchez sabía bien, y traigo algunas palabras suyas: Me resisto a creer que el poeta sea un pequeño Dios (...). Y lo mejor de la Poesía, lo acabo de leer, pero lo sé desde siempre, es la amistad de los poetas. Vendrán los horribles trabajadores del porvenir, vendrán con la cabeza altiva y los ojos despiertos. Y los poemas serán escritos. Y el hombre habrá de reconocer en sus semejantes a su hermano. Y la poesía seguirá intacta y pasará de mano en mano como un fuego secreto. Que la poesía se venda o no se venda importa poco. Importa sí, que ella no se consuma en un subjetivismo agobiador, que rescate su sentido en medio de tantos anestesiados o simples engañados o que duermen. Importa que le hable a alguien o a muchos y los transfigure. Esto tiene que suceder... 34 [ 51 ] 34 Juan Sánchez Peláez, El Nacional, 18 de marzo de 1969. Citado por Carlos Rocha en: “La poesía de Juan Sánchez Peláez”. Tomado de: Juan Sánchez Peláez ante la crítica. Monte Ávila Editores Latinoamericana, C. A. Caracas, 1994, pág. 277.
Héctor Carrasquero Estos tres poemas que sirven de entrada a Por cuál causa o nostalgia culminan con este verso: “Y este que soy yo...” en el que el poeta, ese que nos está hablando a nosotros mismos en nuestra voluntad de escucharle, queda como expuesto, revelado, desnudo. Creo que es como una confidencia, una especie de muestra de amistad del poeta cuyos versos nos disponemos a leer, y así, más que simplemente una presentación, es una invitación. [ 52 ]