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Por causa de palabra<br />
Ensayos interpretativos sobre los poemas<br />
de Por cuál causa o nostalgia<br />
sueños” en la muerte. Si convenimos en esto, entonces hay que<br />
observar que algo de ese carácter creador se le está asignando al<br />
estado de morir; por otro lado, también se dice que el poeta —o<br />
en todo caso, el soñante— ha estado pisando, en vida, el ámbito<br />
de la muerte, como un demiurgo de la propia postexistencia, pues<br />
al pasar al otro lado se hace “dios de los sueños”; hacer poesía es,<br />
entonces, como ensayar un poco el morir.<br />
El ciempiés recuerda en su forma y movimiento a la serpiente,<br />
pero con el dúctil desplazarse apoyado en las incontables patas<br />
que se mueven como en oleaje; lo resaltante es esa sensación de<br />
que el ciempiés al caminar está “maquinando” algo, debida, con<br />
seguridad, a esa sincronía entre sus patas. Así, como lo característico<br />
es ese movimiento, pensar en nuestro ciempiés da pie para<br />
compararlo con el alma humana, el espíritu, el principio vital que<br />
nos mueve. Pero aquí se dice: “nocturno”, y así no deja de recordar<br />
el oficio del poeta, que emblemáticamente es ejercido en medio<br />
de la noche; el propio Juan Sánchez era un confeso noctámbulo.<br />
Por eso no es demasiado pensar que el motor, el ánima del poeta,<br />
es lo que este no sabe si estará “muerto o vivo”.<br />
El adjetivo “plena” le confiere a “la selva” un carácter totalizador;<br />
la selva estallante de vida, frondosa y penetrante, como<br />
metáfora del todo, la realidad inabarcable, aplastante. El que<br />
habla caerá en el abrazo de “la plena selva”, que habrá de rodearlo;<br />
pero no con su follaje, sino con “grandes nubes y destellos”, el<br />
ambiente de esa despedida es como la antesala a un aguacero; un<br />
gran acto de desaparición, entre niebla o lluvia y —otra vez— luz,<br />
relámpagos.<br />
Parece que por fin cesa el exilio; esa totalidad que nos repele y<br />
nos mantiene ajenos siempre, va por fin a abrazarnos; y el abrazo<br />
comienza con el olvido. Queda todavía la tarde, el día por concluir,<br />
por “segar”; terminará de golpe, bajo el filo de la hoz.<br />
Tenemos un ciclo y un plazo, nadie está exento, a todos nos<br />
llega y lo sabemos. En el poema, ese venidero instante final es iluminado<br />
en la conciencia de esa nuestra finitud; es una reflexión<br />
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