Eric Hobsbawn – Historia del siglo XX - UHP
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222 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES<br />
importante, la renuncia al poder formal era la única forma de seguir disfrutando las<br />
ventajas <strong>del</strong> imperio. Los británicos se retiraron <strong>del</strong> subcontinente indio en 1947,<br />
antes de que resultara evidente que ya no podían controlarlo, y lo hicieron sin oponer<br />
la menor resistencia. También Ceilán (que en 1972 tomó el nombre de Sri Lanka) y<br />
Birmania obtuvieron la independencia, la primera con una agradable sensación de<br />
sorpresa y la segunda con más vacilación, dado que los nacionalistas birmanos,<br />
aunque dirigidos por una Liga Antifascista de Liberación <strong>del</strong> Pueblo, también habían<br />
cooperado con los japoneses. De hecho, la hostilidad de Birmania contra Gran<br />
Bretaña era tan intensa que de todas las posesiones británicas descolonizadas fue la<br />
única que se negó inmediatamente a integrarse en la Commonwealth, una forma de<br />
asociación laxa mediante la cual Londres intentaba mantener al menos el recuerdo<br />
<strong>del</strong> imperio. La decisión de Birmania se a<strong>del</strong>antó incluso a la de los irlandeses, que<br />
en el mismo año convirtieron a Irlanda en una república no integrada en la<br />
Commonwealth. Aunque la retirada rápida y pacífica de Gran Bretaña de ese sector<br />
<strong>del</strong> planeta, el más extenso que haya estado nunca sometido y administrado por un<br />
conquistador extranjero, hay que acreditarla en el haber <strong>del</strong> gobierno laborista que<br />
entró en funciones al terminar la segunda guerra mundial, no se puede afirmar que<br />
fuera un éxito rotundo, ya que se consiguió al precio de una sangrienta división de la<br />
India en dos estados (uno musulmán, Pakistán, y otro, la India, en su gran mayoría<br />
hindú, aunque no fuera un estado confesional), en el curso de la cual varios centenares<br />
de miles de personas murieron a manos de sus oponentes religiosos, y varios<br />
millones más tuvieron que abandonar su terruño ancestral para asentarse en lo que se<br />
había convertido en un país extranjero. Desde luego eso no figuraba en los planes ni<br />
<strong>del</strong> nacionalismo indio, ni de los movimientos musulmanes, ni en el de los<br />
gobernantes imperiales.<br />
El proceso por el que llegó a hacerse realidad la idea de un «Pakistán» separado,<br />
un nombre y un concepto inventados por unos estudiantes en 1932-1933, continúa<br />
intrigando tanto a los estudiosos de la historia como a aquellos a quienes les gusta<br />
pensar qué habría ocurrido si las cosas hubieran sido de otro modo. La perspectiva<br />
<strong>del</strong> tiempo permite afirmar que la división de la India en función de parámetros<br />
religiosos creó un precedente siniestro para el futuro <strong>del</strong> mundo, de modo que es<br />
necesario explicarlo. En cierto sentido no fue culpa de nadie, o lo fue de todo el<br />
mundo. En las elecciones celebradas tras la entrada en vigor de la Constitución de<br />
1935 había triunfado el Congreso, incluso en la mayor parte de las zonas<br />
musulmanas, y la Liga Musulmana, partido nacional que se arrogaba la<br />
representación de la comunidad minoritaria, había obtenido unos pobres resultados.<br />
El ascenso <strong>del</strong> Congreso Nacional Indio, laico y no sectario, hizo que muchos<br />
musulmanes, la mayor parte de los cuales (como la mayoría de los hindúes) no tenían<br />
todavía derecho de voto, recelaran <strong>del</strong> poder hindú, pues parecía lógico que fueran<br />
hindúes la mayoría de los líderes <strong>del</strong> Congreso en un país predominantemente hindú.<br />
En lugar de admitir esos temores y conceder a los musulmanes una representación<br />
especial, las elecciones parecieron reforzar la pretensión<br />
EL FIN DE LOS IMPERIOS 223<br />
<strong>del</strong> Congreso de ser el único partido nacional que representaba tanto a los hindúes<br />
como a los musulmanes. Eso fue lo que indujo a la Liga Musulmana, conducida por<br />
su formidable líder Muhammad Ali Jinnah, a romper con el Congreso y avanzar por<br />
la senda que podía llevar al separatismo. No obstante, no fue hasta 1940 cuando<br />
Jinnah dejó de oponerse a la creación de un estado musulmán separado.<br />
Fue la guerra la que produjo la ruptura de la India en dos mitades. En cierto<br />
sentido, este fue el último gran triunfo <strong>del</strong> raj británico y, al mismo tiempo, su último<br />
suspiro. Por última vez el raj movilizó los recursos humanos y económicos de la<br />
India para ponerlos al servicio de una guerra británica, en mayor escala aún que en<br />
1914-1918, y en esta ocasión contra la oposición de las masas que se alineaban con<br />
un partido de liberación nacional, y —a diferencia de lo ocurrido en la primera<br />
guerra mundial— contra la inminente invasión militar de Japón. Se consiguió un<br />
éxito sorprendente, pero el precio que hubo que pagar fue muy elevado. La oposición<br />
<strong>del</strong> Congreso a la guerra determinó que sus dirigentes quedaran al margen de la<br />
política y, desde 1942, en prisión. Las dificultades inherentes a la economía de<br />
guerra enajenaron al raj el apoyo de importantes grupos de musulmanes,<br />
particularmente en el Punjab, y los aproximaron a la Liga Musulmana, que adquirió<br />
la condición de un movimiento de masas en el mismo momento en que el gobierno<br />
de Delhi, llevado <strong>del</strong> temor de que el Congreso pudiera sabotear el esfuerzo de<br />
guerra, utilizaba de forma <strong>del</strong>iberada y sistemática la rivalidad entre las comunidades<br />
hindú y musulmana para inmovilizar al movimiento nacionalista. En este caso puede<br />
decirse que Gran Bretaña aplicó la máxima de «divide y vencerás». En su último<br />
intento desesperado por ganar la guerra, el raj no sólo se destruyó a sí mismo sino<br />
que acabó con lo que lo legitimaba moralmente: el proyecto de lograr un<br />
subcontinente indio unido en el que sus múltiples comunidades pudieran coexistir en<br />
una paz relativa bajo la misma administración y el mismo ordenamiento jurídico.<br />
Cuando concluyó la guerra resultó imposible dar marcha atrás al motor de una<br />
política confesionalista.<br />
Con la excepción de Indochina, el proceso de descolonización estaba ya<br />
concluido en Asia en 1950. Mientras tanto, la región musulmana occidental, desde<br />
Persia (Irán) a Marruecos, experimentó una transformación impulsada por una serie<br />
de movimientos populares, golpes revolucionarios e insurrecciones, que comenzaron<br />
con la nacionalización de las compañías petrolíferas occidentales en Irán (1951) y la<br />
implantación <strong>del</strong> populismo con Muhammad Mussadiq (1880-1967) y el apoyo <strong>del</strong><br />
poderoso Partido Tude (comunista). (No puede sorprender que los partidos<br />
comunistas <strong>del</strong> Próximo Oriente adquirieran cierta influencia a raíz de la gran<br />
victoria soviética.) Mussadiq sería derrocado en 1953 como consecuencia de un<br />
golpe preparado por el servicio secreto anglonorteamericano. La revolución de los<br />
Oficiales Libres en Egipto (1952), dirigida por Gamal Ab<strong>del</strong> Nasser (1918-1970), y<br />
el posterior derrumbamiento de los regímenes dependientes de Occidente en Irak<br />
(1958) y Siria fueron hechos irreversibles, aunque británicos y franceses, en colaboración<br />
con el nuevo estado antiárabe de Israel, intentaron por todos los