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Eric Hobsbawn – Historia del siglo XX - UHP

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348 LA EDAD DE ORO<br />

dad de vida y <strong>del</strong> entorno, la nueva tecnología barrió el mundo de los países pobres como<br />

un huracán durante la edad de oro en forma de medicinas modernas y de la revolución<br />

<strong>del</strong> transporte. A partir de los años cuarenta, las innovaciones médicas y farmacológicas<br />

estuvieron por primera vez en situación de salvar vidas a gran escala (gracias, por ejemplo,<br />

al DDT y a los antibióticos), algo que antes habían sido incapaces de conseguir, salvo, tal<br />

vez, en el caso de la viruela. Así, mientras las tasas de natalidad seguían siendo altas, o<br />

incluso subían en épocas de prosperidad, las tasas de mortalidad cayeron verticalmente<br />

—en México quedaron reducidas a menos de la mitad en 25 años a partir de 1944— y<br />

la población se disparó, aunque no hubiesen cambiado gran cosa la economía ni sus<br />

instituciones. Un efecto secundario de este fenómeno fue el aumento de la diferencia entre<br />

países ricos y pobres, avanzados y atrasados, aunque las economías de ambas regiones<br />

creciesen al mismo ritmo. Repartir un PIB el doble de grande que hace treinta años en un<br />

país de población estable es una cosa; repartirlo entre una población que (como en el<br />

caso de México) se ha duplicado en treinta años, es otra.<br />

Conviene empezar todo análisis <strong>del</strong> tercer mundo con algunas consideraciones acerca<br />

de su demografía, ya que la explosión demográfica es el hecho fundamental de su<br />

existencia. La historia de los países desarrollados parece indicar que el tercer mundo<br />

también pasará por lo que los especialistas llaman «la transición demográfica», al<br />

estabilizarse su población gracias a una natalidad y una mortalidad bajas, es decir, dejando<br />

de tener más de uno o dos hijos. Sin embargo, si bien hay indicios de que la «transición<br />

demográfica» se estaba produciendo en algunos países, sobre todo en el Extremo<br />

Oriente, a fines <strong>del</strong> <strong>siglo</strong> <strong>XX</strong>, la gran masa de los países pobres no había hecho<br />

muchos progresos en este sentido, salvo en el bloque ex soviético. Esta es una de las<br />

razones de su continua miseria. Algunos países con poblaciones gigantescas estaban tan<br />

preocupados por las decenas de millones de nuevas bocas que había que alimentar cada<br />

año, que de vez en cuando sus gobiernos emprendían campañas de coacción despiadada<br />

para imponer el control de la natalidad o algún tipo de planificación familiar a sus<br />

ciudadanos (sobre todo la campaña de esterilización de los años setenta en la India y la<br />

política de «un solo hijo» en China). No es probable que los problemas de población de<br />

ningún país puedan resolverse de este modo.<br />

II<br />

Sin embargo, cuando vieron la luz en el mundo poscolonial y de la posguerra, no eran<br />

estas las primeras preocupaciones de los estados <strong>del</strong> mundo pobre, sino la forma que<br />

debían adoptar.<br />

No resulta sorprendente que adoptasen, o se vieran obligados a adoptar, sistemas<br />

políticos derivados de los de sus amos imperiales o de sus conquistadores. La minoría de<br />

los que surgían de la revolución social, o (lo que venía a ser lo mismo) de largas guerras de<br />

liberación, era más probable que siguie-<br />

EL TERCER MUNDO 349<br />

ran el mo<strong>del</strong>o de la revolución soviética. En teoría, pues, el mundo estaba cada vez más<br />

lleno de lo que pretendían ser repúblicas parlamentarias con elecciones libres, y de una<br />

minoría de «repúblicas democráticas populares» de partido único. (En teoría, todas ellas<br />

eran democráticas, aunque sólo los regímenes comunistas o revolucionarios insistían en<br />

añadirles las palabras «popular» y/o «democrática» a su nombre oficial.) 2<br />

En la práctica estas etiquetas indicaban como máximo en qué lugar de la escena<br />

internacional querían situarse estos países, y en general eran tan poco realistas como<br />

solían serlo las constituciones de las repúblicas latinoamericanas, y por los mismos<br />

motivos: en la mayoría de los casos, carecían de las condiciones materiales y políticas<br />

necesarias para hacer viables estos sistemas. Esto sucedía incluso en los nuevos estados de<br />

tipo comunista, aunque su estructura autoritaria y el recurso a un «partido único<br />

dirigente» hacía que resultasen menos inadecuados en un entorno no occidental que en las<br />

repúblicas liberales. Así, uno de los pocos principios políticos indiscutibles e indiscutidos<br />

de los estados comunistas era el de la supremacía <strong>del</strong> partido (civil) sobre el ejército. Pero<br />

en los años ochenta, entre los estados de inspiración revolucionaria, Argelia, Benín,<br />

Birmania, la República <strong>del</strong> Congo, Etiopía, Madagascar y Somalia —además de la algo<br />

excéntrica Libia— estaban gobernados por militares que se habían hecho con el poder<br />

mediante golpes de estado, al igual que Siria e Irak, gobernados por el Partido Socialista<br />

Baasista, aunque en versiones rivales.<br />

De hecho, el predominio de regímenes militares, o la tendencia a ellos, unía a los<br />

estados <strong>del</strong> tercer mundo, cualesquiera que fuesen sus modalidades políticas o<br />

constitucionales. Si dejamos a un lado el núcleo principal de regímenes comunistas <strong>del</strong><br />

tercer mundo (Corea <strong>del</strong> Norte, China, las repúblicas de Indochina y Cuba) y el régimen que<br />

surgió de la revolución mexicana, es difícil dar con alguna república que no haya conocido<br />

por lo menos etapas de regímenes militares desde 1945. Las escasas monarquías, salvo<br />

excepciones (Tailandia), parecen haber sido más seguras. La India sigue siendo, en el<br />

momento de escribir estas líneas, el ejemplo más impresionante de un país <strong>del</strong> tercer mundo<br />

que ha sabido mantener de forma ininterrumpida la supremacía <strong>del</strong> gobierno civil y una<br />

serie también ininterrumpida de gobiernos elegidos en comicios regulares y relativamente<br />

limpios, pero que esto justifique la calificación de «la mayor democracia <strong>del</strong> mundo»<br />

depende de cómo definamos el «gobierno <strong>del</strong> pueblo, para el pueblo, por el pueblo» de<br />

Abraham Lincoln.<br />

Nos hemos acostumbrado tanto a la existencia de golpes y regímenes militares en el<br />

mundo —incluso en Europa— que vale la pena recordar que, en<br />

2. Antes <strong>del</strong> hundimiento <strong>del</strong> comunismo, los siguientes estados tenían las palabras «<strong>del</strong> pueblo», «popular»,<br />

«democrática» o «socialista» en su denominación oficial: Albania, Angola, Argelia, Bangladesh, Benín, Birmania,<br />

Bulgaria, Camboya, Checoslovaquia, China, Congo, Corea <strong>del</strong> Norte, Etiopía, Hungría, Laos, Libia, Madagascar,<br />

Mongolia, Mozambique, Polonia, República Democrática Alemana, Rumania, Somalia, Sri Lanka, URSS,<br />

Vietnam, Yemen (<strong>del</strong> Sur) y Yugoslavia. Guyana se titulaba «república cooperativa».

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