Eric Hobsbawn – Historia del siglo XX - UHP
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Capítulo XII<br />
EL TERCER MUNDO<br />
[Insinué que,] sin libros que leer, la vida de noche en sus fincas<br />
[de Egipto] debía hacérsele pesada, y que un buen sillón y un buen<br />
libro en una galería fresca harían de la vida algo mucho más<br />
agradable. Mi amigo dijo de inmediato:<br />
— ¿No creerá usted que un hacendado de esta provincia puede<br />
sentarse en la galería de su casa después de cenar con una luz<br />
brillando sobre su cabeza sin que le peguen un tiro?<br />
Ya se me habría podido ocurrir.<br />
RUSSELL PASHA (1949)<br />
Siempre que, en el pueblo, la conversación tocaba el tema de la<br />
asistencia mutua y <strong>del</strong> préstamo de dinero a los vecinos como una<br />
de esas formas de asistencia, rara vez dejaba de oírse a gente que se<br />
quejaba de la cooperación cada vez menor entre los vecinos... Estas<br />
quejas iban siempre acompañadas de referencias al hecho de que la<br />
gente <strong>del</strong> pueblo se estaba volviendo cada vez más calculadora en<br />
cuestiones de dinero. Los vecinos evocaban entonces, sin falta, lo<br />
que llamaban los «viejos tiempos» en que la gente estaba siempre<br />
dispuesta a prestar ayuda.<br />
I<br />
M. b. ABDUL RAHIM (1973)<br />
La descolonización y las revoluciones transformaron drásticamente el mapa<br />
político <strong>del</strong> globo. La cifra de estados asiáticos reconocidos internacionalmente como<br />
independientes se quintuplicó. En Africa, donde en 1939 sólo existía uno, ahora eran<br />
unos cincuenta. Incluso en América, donde la temprana descolonización <strong>del</strong> <strong>siglo</strong><br />
XIX había dejado una veintena de repúblicas latinoamericanas, la descolonización<br />
añadió una docena más. Sin<br />
EL TERCER MUNDO 347<br />
embargo, lo importante de estos países no era su número, sino el enorme y creciente<br />
peso y presión demográficos que representaban en conjunto.<br />
Este fue el resultado de una asombrosa explosión demográfica en los países<br />
dependientes tras la segunda guerra mundial, que alteró, y sigue alterando, el<br />
equilibrio de la población mundial. Desde la primera revolución industrial, y es<br />
posible que desde el <strong>siglo</strong> XVI, este equilibrio se había inclinado a favor <strong>del</strong> mundo<br />
«desarrollado», es decir, de la población europea u originaria de Europa. De menos<br />
<strong>del</strong> 20 por 100 de la población mundial en 1750, los europeos habían pasado a<br />
constituir aproximadamente un tercio de la humanidad antes de 1900. La era de las<br />
catástrofes paralizó la situación, pero desde mediados de <strong>siglo</strong> la población mundial<br />
ha crecido a un ritmo sin precedentes, y la mayor parte de ese crecimiento ha<br />
procedido de regiones antes gobernadas por un puñado de imperios. Si consideramos<br />
que los países ricos miembros de la OCDE representan el «mundo desarrollado», su<br />
población sumada a finales de los años ochenta no representaba más que el 15 por<br />
100 de la humanidad, una proporción en declive inevitable (de no ser por la inmigración),<br />
pues varios países «desarrollados» ya no tenían suficientes hijos para<br />
renovar la población.<br />
Esta explosión demográfica en los países pobres <strong>del</strong> mundo, que despertó por<br />
primera vez una grave preocupación internacional a finales de la edad de oro, es<br />
probablemente el cambio más fundamental <strong>del</strong> <strong>siglo</strong> <strong>XX</strong>, aunque aceptemos que la<br />
población <strong>del</strong> planeta acabará estabilizándose en torno a los diez mil millones de<br />
habitantes (o cualquiera que sea la cifra que se baraje actualmente) en algún<br />
momento <strong>del</strong> <strong>siglo</strong> <strong>XX</strong>I. 1 Una población mundial que se duplicó en los cuarenta<br />
años transcurridos desde 1950, o una población como la de Africa, que se supone que<br />
se va a duplicar en menos de treinta años, es algo que no tiene ningún precedente<br />
histórico, como no lo tienen los problemas que esto plantea. Sólo hace falta que<br />
consideremos la situación socioeconómica de un país con un 60 por 100 de sus<br />
habitantes con menos de quince años.<br />
La explosión demográfica <strong>del</strong> mundo pobre fue tan grande porque los índices<br />
básicos de natalidad de esos países solían ser mucho más altos que los <strong>del</strong> mismo<br />
período histórico en los países «desarrollados», y porque los elevados índices de<br />
mortalidad, que antes frenaban el crecimiento de la población, cayeron en picado a<br />
partir de los años cuarenta, a un ritmo cuatro o cinco veces más rápido que el de la<br />
caída equivalente que se produjo en la Europa <strong>del</strong> <strong>siglo</strong> XIX (Kelley, 1988, p. 168).<br />
Y es que, mientras en Europa este descenso tuvo que esperar hasta que se produjo<br />
una mejora gradual de la cali-<br />
1. Si la espectacular aceleración <strong>del</strong> crecimiento que hemos experimentado en este <strong>siglo</strong> continuase, la<br />
catástrofe sería inevitable. La humanidad alcanzó los mil millones de almas hace unos doscientos años. Para<br />
llegar a los siguientes mil millones pasaron ciento veinte años; para los tres mil treinta y cinco años; para los<br />
cuatro mil, quince años. A finales de los años ochenta la población mundial se situaba en 5. 200 millones de<br />
habitantes, y se esperaba que sobrepasara los. 6. 000 millones antes <strong>del</strong> año 2000.