Eric Hobsbawn – Historia del siglo XX - UHP
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374 LA EDAD DE ORO<br />
entonces lo habían entendido esos regímenes, sobre todo China. Los regímenes<br />
diseminados por el resto <strong>del</strong> mundo y que habían imitado el «socialismo real» o se<br />
inspiraban en él, o se habían hundido o ya no les quedaba mucho de vida.<br />
Lo primero que hay que decir acerca <strong>del</strong> área socialista es que durante la mayor<br />
parte de su existencia formó un subuniverso autónomo y en gran medida<br />
autosuficiente política y económicamente. Sus relaciones con el resto de la economía<br />
mundial, capitalista o dominada por el capitalismo de los países desarrollados, eran<br />
muy escasas. Incluso en el momento culminante de la expansión <strong>del</strong> comercio<br />
mundial de la edad de oro, sólo alrededor de un 4 por 100 de las exportaciones de las<br />
economías de mercado desarrolladas iba a parar a las «economías planificadas», y,<br />
llegados los ochenta, la proporción de las exportaciones <strong>del</strong> tercer mundo que les<br />
llegaba no era mucho mayor. Las economías socialistas enviaban una parte bastante<br />
mayor de sus modestas exportaciones al resto <strong>del</strong> mundo, pero, aun así, dos tercios<br />
de su comercio internacional en los años sesenta (1965) se realizaba dentro de su<br />
propia zona (UN International Trade, 1983, vol. 1, p. 1. 046). 1<br />
Por razones evidentes, había pocos movimientos humanos entre el «primer<br />
mundo» y el «segundo», aunque algunos países de la Europa <strong>del</strong> Este empezaron a<br />
fomentar la industria turística a partir de los años sesenta. La emigración y los<br />
desplazamientos temporales a países no socialistas estaban estrechamente vigilados,<br />
y a veces eran prácticamente imposibles. Los sistemas políticos <strong>del</strong> mundo socialista,<br />
que eran básicamente imitaciones <strong>del</strong> sistema soviético, no tenían equivalente en el<br />
resto <strong>del</strong> mundo. Se basaban en un partido único fuertemente jerarquizado y<br />
autoritario que monopolizaba el poder estatal —en realidad, suplantaba en ocasiones<br />
al estado— y que gestionaba una economía de planificación centralizada, e imponía<br />
(por lo menos teóricamente) un credo marxista-leninista único a los habitantes <strong>del</strong><br />
país. La separación o autoseparación <strong>del</strong> «campo socialista» (como pasó a llamarse<br />
en terminología soviética a partir de finales de los años cuarenta) fue desmoronándose<br />
poco a poco en los años setenta y ochenta. No obstante, el grado de<br />
ignorancia e incomprensión mutuas que persistía entre los dos mundos era<br />
extraordinario, sobre todo si tenemos en cuenta que esta es la época en la que tanto el<br />
transporte como las comunicaciones experimentaron una revolución total. Durante<br />
largos períodos fue muy poca la información sobre sí mismos que esos países dejaron<br />
salir, y muy poca la <strong>del</strong> resto <strong>del</strong> mundo que dejaron entrar. A su vez, incluso a<br />
ciudadanos cultos y refinados <strong>del</strong> primer mundo que no fuesen especialistas les<br />
parecía incomprensible lo que veían u oían en países cuyo pasado y presente eran tan<br />
distintos <strong>del</strong> de los suyos, y cuyas lenguas les eran generalmente desconocidas.<br />
Los motivos fundamentales de separación de los dos «campos» eran sin duda<br />
políticos. Como hemos visto, después de la revolución de octubre la<br />
1. Los datos se refieren, estrictamente hablando, a la URSS y a sus asociados, pero pueden servir como<br />
punto de referencia.<br />
EL «SOCIALISMO REAL» 375<br />
Rusia soviética veía en el capitalismo al enemigo que había que derrocar lo antes<br />
posible mediante la revolución universal. Pero la revolución no se produjo, y la<br />
Rusia de los soviets quedó aislada, rodeada por el mundo capitalista, muchos de<br />
cuyos gobiernos más poderosos deseaban impedir la consolidación de este centro<br />
mundial de la subversión, y eliminarlo lo antes posible. El mero hecho de que la<br />
URSS no obtuviera el reconocimiento diplomático de su existencia por parte de los<br />
Estados Unidos hasta 1933 demuestra su condición inicial al margen de la ley.<br />
Además, incluso cuando Lenin, siempre realista, estuvo dispuesto, y hasta ansioso,<br />
para hacer las mayores concesiones imaginables a los inversores extranjeros a<br />
cambio de su contribución al desarrollo económico de Rusia, se encontró con que<br />
nadie aceptaba su oferta. Así pues, la joven URSS se vio obligada a emprender un<br />
desarrollo autárquico, prácticamente aislada <strong>del</strong> resto de la economía mundial, que,<br />
paradójicamente, pronto le proporcionaría su argumento ideológico más poderoso, al<br />
aparecer inmune a la gigantesca Depresión económica que asoló la economía<br />
capitalista después <strong>del</strong> crac de Wall Street de 1929.<br />
La política contribuyó una vez más a aislar la economía soviética en los años<br />
treinta y todavía más la de la extensa zona soviética de después de 1945. La guerra<br />
fría congeló las relaciones tanto políticas como económicas entre ambos bandos. A<br />
efectos prácticos, todas las relaciones económicas entre ellos, aparte de las más<br />
triviales (o inconfesables), tenían que pasar por los controles estatales impuestos por<br />
ambos. El comercio entre los bloques estaba en función de las relaciones políticas.<br />
No fue hasta los años setenta y ochenta cuando aparecieron indicios de que el<br />
universo autónomo <strong>del</strong> «campo socialista» se estaba integrando en la economía<br />
mundial. Visto en perspectiva, puede decirse que ese fue el principio <strong>del</strong> fin <strong>del</strong><br />
«socialismo real». Pero no existe ninguna razón teórica por la que la economía<br />
soviética, tal como surgió de la revolución y la guerra civil, no hubiese podido<br />
evolucionar en relación más íntima con el resto de la economía mundial. Las economías<br />
de planificación centralizada y las de corte occidental pueden estar<br />
estrechamente vinculadas, como demuestra el caso de Finlandia, que en un momento<br />
determinado (1983) obtenía la cuarta parte de sus importaciones de la URSS, a la que<br />
exportaba en una proporción similar. Sin embargo, el «campo socialista» <strong>del</strong> que se<br />
ocupan los historiadores es el que surgió realmente, no el que habría podido existir.<br />
El hecho fundamental de la Rusia soviética era que sus nuevos gobernantes, el<br />
Partido Bolchevique, no esperaban que sobreviviese en el aislamiento, y menos aún<br />
que se convirtiese en el centro de una economía colectivista autárquica («el<br />
socialismo en un solo país»). Ninguna de las condiciones que Marx y sus seguidores<br />
habían considerado necesarias para el establecimiento de una economía socialista<br />
estaban presentes en esta masa ingente de territorio que era un sinónimo de atraso<br />
social y económico en Europa. Los fundadores <strong>del</strong> marxismo creían que la función<br />
de una revolución en Rusia sería tan sólo la de precipitar el estallido revolucionario<br />
en los países industrializados más avanzados, donde se daban las condiciones previas<br />
para la construcción