24.04.2013 Views

Eric Hobsbawn – Historia del siglo XX - UHP

Eric Hobsbawn – Historia del siglo XX - UHP

Eric Hobsbawn – Historia del siglo XX - UHP

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

492 EL DERRUMBAMIENTO<br />

mo-leninismo se convirtió en la ortodoxia dogmática (secular) para todos los<br />

habitantes entre el Elba y los mares de China, ésta desapareció de un día a otro junto<br />

con los regímenes políticos que la habían impuesto. Dos razones podrían sugerirse<br />

para explicar un fenómeno histórico tan sorprendente. El comunismo no se basaba en<br />

la conversión de las masas, sino que era una fe para los cuadros; en palabras de<br />

Lenin, para las «vanguardias». Incluso la famosa frase de Mao sobre las guerrillas<br />

triunfantes moviéndose entre el campesinado como pez en el agua, implica la<br />

distinción entre un elemento activo (el pez) y otro pasivo (el agua). Los movimientos<br />

socialistas y obreros no oficiales (incluyendo algunos partidos comunistas de masas)<br />

podían identificarse con su comunidad o distrito electoral, como en las comunidades<br />

mineras. Mientras que, por otra parte, todos los partidos comunistas en el poder eran,<br />

por definición y por voluntad propia, elites minoritarias. La aceptación <strong>del</strong><br />

comunismo por parte de «las masas» no dependía de sus convicciones ideológicas o<br />

de otra índole, sino de cómo juzgaban lo que les deparaba la vida bajo los regímenes<br />

comunistas, y cuál era su situación comparada con la de otros. Cuando ya no fue<br />

posible seguir manteniendo a las poblaciones aisladas de todo contacto con otros<br />

países (o <strong>del</strong> simple conocimiento de ellos), estos juicios se volvieron escépticos. El<br />

comunismo era, en esencia, una fe instrumental, en que el presente sólo tenía valor<br />

como medio para alcanzar un futuro indefinido. Excepto en casos excepcionales —<br />

por ejemplo, en guerras patrióticas, en que la victoria justifica los sacrificios presentes—,<br />

un conjunto de creencias como estas se adapta mejor a sectas o elites que a<br />

iglesias universales, cuyo campo de operaciones, sea cual sea su promesa de<br />

salvación final, es y debe ser el ámbito cotidiano de la vida humana. Incluso los<br />

cuadros de los partidos comunistas empezaron a concentrarse en la satisfacción de<br />

la* necesidades ordinarias de la vida una vez que el objetivo milenarista de la<br />

salvación terrenal, al que habían dedicado sus vidas, se fue desplazando hacia un<br />

futuro indefinido. Y, sintomáticamente, cuando esto ocurrió, el partido no les<br />

proporcionó ninguna norma para su comportamiento. En resumen, por la misma<br />

naturaleza de su ideología, el comunismo pedía ser juzgado por sus éxitos y no tenía<br />

reservas contra el fracaso.<br />

Pero ¿por qué fracasó o, más bien, se derrumbó? La paradoja de la Unión<br />

Soviética es que, con su desaparición, corroboró el análisis de Karl Marx, que había<br />

tratado de ejemplificar:<br />

En la producción social de sus medios de subsistencia, los seres humanos<br />

establecen relaciones definidas y necesarias independientemente de su voluntad,<br />

relaciones productivas que se corresponden a un estadio definido en el desarrollo<br />

de sus fuerzas productivas materiales... En un cierto estadio de su desarrollo, las<br />

fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las<br />

relaciones productivas existentes o, lo que no es más que una expresión legal de ello,<br />

con las relaciones de propiedad en las que se habían movido antes. De ser formas<br />

de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se transforman en sus<br />

grilletes. Entramos, entonces, en una era de revolución social.<br />

EL FINAL DEL SOCIALISMO 493<br />

Rara vez se ha dado un ejemplo más claro de cómo las fuerzas de producción<br />

descritas por Marx entran en conflicto con la superestructura social, institucional e<br />

ideológica que había transformado unas atrasadas economías agrarias en economías<br />

industriales avanzadas, hasta el punto de convertirse de fuerzas en grilletes para la<br />

producción. El primer resultado de la «era de revolución social» así iniciada fue la<br />

desintegración <strong>del</strong> viejo sistema.<br />

Pero ¿qué lo podía reemplazar? Aquí no podemos seguir el optimismo <strong>del</strong> Marx<br />

<strong>del</strong> <strong>siglo</strong> XIX, que sostenía que el derrocamiento <strong>del</strong> viejo sistema debía llevar a uno<br />

mejor, porque «la humanidad se plantea siempre sólo aquellos problemas que puede<br />

resolver». Los problemas que la «humanidad», o mejor dicho los bolcheviques, se<br />

habían planteado en 1917 no eran solubles en las circunstancias de su tiempo y<br />

lugar; o sólo lo eran de manera muy parcial. Y hoy en día requeriría un alto grado de<br />

confianza sostener que vemos en un futuro previsible alguna solución para los<br />

problemas surgidos <strong>del</strong> colapso <strong>del</strong> comunismo soviético, o que cualquier solución<br />

que pueda surgir en la próxima generación afectará a los habitantes de la antigua<br />

Unión Soviética y de la zona comunista de los Balcanes como una mejora.<br />

Con el colapso de la Unión Soviética el experimento <strong>del</strong> «socialismo realmente<br />

existente» llegó a su fin. Porque, incluso donde los regímenes comunistas<br />

sobrevivieron y alcanzaron éxito, como en China, se abandonó la idea original de<br />

una economía única, centralizada y planificada, basada en un estado totalmente<br />

colectivizado o en una economía de propiedad totalmente cooperativa y sin mercado.<br />

¿Volverá a realizarse el experimento? Está claro que no, por lo menos en la forma en<br />

que se desarrolló en la Unión Soviética y probablemente en ninguna forma, salvo en<br />

situaciones tales como una economía de guerra total o en otras emergencias<br />

análogas.<br />

Ello se debe a que el experimento soviético se diseñó no como una alternativa<br />

global al capitalismo, sino como un conjunto específico de respuestas a la situación<br />

concreta de un país muy vasto y muy atrasado en una coyuntura histórica particular e<br />

irrepetible. El fracaso de la revolución en todos los demás lugares dejó sola a la<br />

Unión Soviética con su compromiso de construir el socialismo en un país donde,<br />

según el consenso universal de los marxistas en 1917 (incluyendo a los rusos), las<br />

condiciones para hacerlo no existían en absoluto. El intento hizo posibles, con todo,<br />

logros harto notables (entre ellos, la capacidad para derrotar a Alemania en la<br />

segunda guerra mundial), aunque con un coste humano intolerable, sin contar con el<br />

coste de lo que, al final, demostraron ser una economía sin salida y un sistema<br />

político que no tenía respuestas para ella. (¿No había predicho acaso Georgi<br />

Plejanov, el «padre <strong>del</strong> marxismo ruso», que la revolución de octubre llevaría, en el<br />

mejor de los casos, a un «imperio chino teñido de rojo»?) El otro socialismo<br />

«realmente existente», el que surgió bajo la protección de la Unión Soviética, sufrió<br />

las mismas desventajas, aunque en menor medida y, en comparación con la URSS,<br />

con mucho menos sufrimiento humano. Un nuevo resurgimiento o renacimiento de<br />

este mo<strong>del</strong>o de socialismo no es posible, deseable ni, aun suponiendo que las<br />

condiciones le fueran favorables, necesario.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!