REGIÓN HUÁNUCO - BVS Minsa - Ministerio de Salud

Este diseño de vida en común que es la cultura, es como hemos dicho,
aceptado, acordado por los miembros del colectivo (estos acuerdos sobre los
patrones de conducta de la vida cotidiana no es muy difícil de entender y
precisar, pero si existen). Se trata, por tanto, de un diseño de vida que es un
producto humano, histórico, en movimiento y susceptible de cambios, aunque
este puede ser normalmente difícil; o a veces imposible, de lograr.
Toda cultura encierra una propuesta moral y una concepción de lo bueno.
Dichas valoraciones morales resultan tan "evidentes" y "naturales" como el aire
que respiramos y sirven para orientar las conductas humanas. Por eso, la
fuerza de una cultura radica justamente en que no tenemos que "pensar" cómo
debemos comportarnos; la cultura con sus valoraciones morales y códigos nos
lo dice.
La ética, en cambio, es un esfuerzo de reflexión consciente y crítica
que plantea la pregunta por los patrones morales existentes, es decir
por el diseño o diseños de vida en común existentes.
En ese sentido, la ética pretende validar el diseño de vida existente en un
colectivo, cuando este conduce a producir prácticas consideradas de justicia o
de reconocimiento del valor y la dignidad de las personas en el trato entre ellas.
La ética tiene también el propósito de asentar e impulsar “nuevos sentidos
comunes” a ser incorporados en los diseños de vida que modifican, al menos
parcialmente, el diseño existente y que permiten que la espontaneidad e
inmediatez de las relaciones cotidianas se guíen “naturalmente” por lo que se
considera más justo y debido según la perspectiva ética que asumimos. Es
decir, que la reflexión ética busca convertirse en cultura, en moralidad
espontánea. Por ejemplo, que el diálogo y el debate sean el método que se
escogería espontáneamente y que no se le ocurriera a nadie acudir a la
violencia física para resolver los conflictos.
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