1 POLITICA INSUFICIENTE Cuando se tiene la mano sobre el corazón del país, y se le siente moverse acelerado, y como pronto a saltar ya de su cuenca; cuando se sabe que los cubanos que hoy se asen desesperadamente a la merced ha- bilidosa de un dueño que no se quita el arreo de pelear, darti mañana la vida junto a aquellos a quienes censuran en alta voz, aunque por ley del corazón, y por respeto merecido, los aplaudan en silencio acaso; cuando se entiende que un vuelco, ya ridículo, del gastado ciclorama no puede engañar de nuevo a un pueblo colérico y hambriento que asistet pintado de alegría,. a la arena donde los barateros de empleos .públi- cos se enjugan de vez en cuando el sudor de la comedia con el paííue- lo tinto en nuestra sangre,- parece innecesario afear con la prueba harto fácil la flaqueza, o equivocación de los que de seguro no llevarán la política sumisa, y la desconfianza de las virtudes más viriles, hasta corromper en la inmoralidad creciente de una espera inútil la patria en que nacieron, o entregar sus ruinas a un extranjero ávido y desdeííoso. Cubanos son los que, con fe rara en quienes no parecen tenerla en su suelo nativo, piden de& hace catorce años a España, bajo el nom- bre de partido autonomista, una lib&ad cuyas migajas urbanas, triste alimento de canario preso, son polvo y nonada ante los aprestos milita. tes, hoy más que nunca activos, bajo cuyo peso mortal zozobra la isla; polvo y nonada, y lúgubre entretenimiento, ante un dueño que desdeña con razón al pueblo que le paga puntual todos los años, para su propio vasallaje, la suma que, de una vez sola, le bastaría para ser libre. Y, en verdad, más causa pena que enojo el obsequioso acuerdo con que la Junta Central del partido autonomista acoge una ley nimia y ofen- siva de elecciones, fuera de toda relación con la capacidad patente, la gran miseria y la amargura sorda del pafs. Más pena causaría si fue.
194 MARTí / CUBA ra CitXtO-i y no lo es por fortuna !-que el país real acata con prisa y cortesía una ley limosnera, indispensable hoy a la política promisoria del gobierno español, que, con ayuda de quienes no podrán ya por mu- cho tiempo ayudarle, distrae con el advenimiento de un gabinete de cs- peranzas, disipado siempre a la hora de la realidad, la cólera que le- vanta primero, y volverá a levantar después, un gabinete de ira. Pena causa, en verdad, ver cómo hombres útiles, y sin duda sinceros, giran dóciles a compás de esta política a la ves cínica y pueril. Los cubanos volátiles que creyesen que una ley retacera de cleccío- nes, y el nombramiento en su virtud de algunos diputados más, a lo sumo comparables a sus distinguidos antecesores, puede mudar de raíz’ el carácter rudimentario y venal de la política española, y la ignorancia y hábitos despóticos de la nación, verán tal ves sustancia y eficacia en una ley teatral que, aparte del desdén de aportar a males presentes y urgentísímos un simple remedio en el modo de pedir, más es, a todas luces, descarada reincidencia en la política diferencial que base de ar- gumento honrado para fundar sobre ella los derechos de un pueblo,-de un pueblo donde las venas de los hombres hierven al pensar que su mí- seria y honra dependen de una peineta del Rastro o de una copa de Jerez. iHay sangre, y sangre! jEsa no ea nuestra sangre! La esperanza de que el cambio leve de la petición, otorgado de mo- do que, de antemano y en sí propio la niega, baste a satisfacer al país abrumado, a las ciudades vergonzosas, al campo miserable, al destierro unido y tenaz, al pueblo libre y en sazón, harto ya de prestidigitadores y de dueñas, sería, en verdad, ilusión del miedo, o del deseo. Los re- medios son impotentes cuando no se calculan en relación con la fuerza y urgencia de las enfermedades. La polftíca es una ocupación culpable cuando se encubren con ella, so capa de satisfacciones indebidas, la miseria y desdicha patentes, la gran miseria y gran desdicha, del pue- blo que los soberbios y los despaciosos suelen confundir con su propia timidez y complacencia. Y sí por ventura, como pudiese suceder, no se tiene fe en el mínimo recurso abierto para la cura urgente y radical; si por ventura se estuviese convencido de que el alivio aceptado no llega, ni por sus componentes puede llegar nunca, adonde llega el mal terri- ble, algo habría tan grave como el mal, la responsabilidad de los que a sabiendas recomendaron el falso remedio. El país va adonde debe; y afuera de él, dejando a un lado pueriles satisfacciones, se calla lo que no es preciso decir. Mucho daño hace en este mundo la cobardía; mucho la indecisión; mucho la lfríca guber- POLÍTICA Y REVOLUCIÓN 195 namental, y la politica importada. Llorar con el país es necesario, re- torcerse con él por la tierra, y oír, con el alma a las sepulturas, lo que la tierra dice. Los pueblos continúan: no retroceden. Toda esta auto- nomía, que rechazan hoy por insuficiente las mismas colonias inglesas que con ella se paralizan y desangran, es un retroceso. No se siguió, sino que se volvió atrás, como si se pudiera prescindir de lo hecho, de lo más hermoso, y de lo único real, que hemos hecho. Todo eso es compás de espera y fantasmagoría. Era necesario que un pueblo can- sado descansase. Ya está. Ya no más. Esas formas menores, esa pelea lenta, y sin cesar burlada, de formas ineficaces, no resuelven nuestros problemas, nos entretienen culpablemente, no nos salvan del hambre que crece, y de la dignidad que se empieza a ir. Es que somos. pueblo, y hay que saberlo. Se trata de constituir con el mayor orden posible una república de elementos confusos, que puede ya vivir por sí; a la que nadie puede ya contener en su deseo de vivir por sí. Lo demás es bor- dar en la nieve. Aplíquese esa ley inútil y ofensiva, acatada con prisa obsequiosa. Aplíquense más leyes, y mientras más pronto mejor; ‘que todas ellas servirán para demostrar la incompatibilidad irremediable en- tre una metrópoli que jamás se decidirá a levantar de verdad la mano armada sobre la colonia de que vive el espectro de su historia y la gran- jería de su política, y una colonia que tiene intereses distintos y alma diversa y superior a la de su metrópoli; entre España que revive difícil- mente con la vida anticuada y rudimentaria de sus provincias, y Cuba, clavada, con gran riqueza natural y con ansia de trabajo, en la vida mo- derna y en la libre América. Y a los equivocados, ; hasta mañana! 2 CUATRO CLUBS NUEVOS De España hemos de ser independientes. Y de la ignorancia en que España ha dejado a nuestro campesino precoz, y al cubano de padres de Africa. Y de los vicios sociales, tales como el despotismo y soberbia de nuestra opinión, la falta de respeto a la opinión ajena, y el índómi- to señorío que, por el hábito de él, y por el deseo natural de él en quie- nes nunca lo ejercieron, queda, como trastorno principal de la repú- blica naciente, en los países compuestos para la esclavitud, y moldea- dos, desde la uña al pelo, sobre ella. No podemos mudar el mundo en Cuba; ni injertarnos, de un vuelco político, la naturaleza angélica; ni
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