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Volumen 2. Política y Revolución II, 1892-1893

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462 h4ARri / CUBA<br />

Gonza!o muy querido :<br />

12<br />

[Cayo Hueso, diciembre, <strong>1893</strong>1<br />

Noble su carta, y noble Vd. adelante en todo: hay dinero suficiente.<br />

y nada me detiene. Lo abrazo fuerte por su sacrificio, y crea que de<br />

eso se crece y se goza. Todo se cubrirá a tiempo. Vuelvo de lunes R<br />

martes. Voy en plena salud. Esquivé los peligros, saqué ventaja de<br />

ellos, y seguimos. Discursos, juntas, un mundo. Échese Patria al hombro:<br />

y hasta pronto.<br />

su<br />

Mi buen Gonzalo:<br />

13<br />

J. 11.<br />

[Cayo Hueso, diciembre, 1 U93 ]<br />

Adiós, y Patria. El miércoles salgo. Todo va bien. Fernando7J me<br />

Ic manda un abrazo. Acá, pobreza, lealtad; y certeza de hacer lo que<br />

traje propuesto.<br />

su<br />

Sr. José D. Poyo<br />

Mi muy noble amigo:<br />

14<br />

A JOSÉ DOLORES POYO<br />

J. JI.<br />

Key West, diciembre 20 de <strong>1893</strong><br />

No puedo echar del corazón, como queria, toda la ternura, y el<br />

justo orgullo, y el agradecimiento que, en nombre de nuestra patria,<br />

debemos todos a la Emigración Cubana de Key West. La raíz que<br />

está en nosotros, fa se verá luego en el fruto: la raíz crece debajo d-<br />

74 Fernando Figueredo. Martí durante su permanencia en Cayo Hueso vivió<br />

en la casa de Figueredo, y embarcó rumbo a Nueva York, el 20 de diciembre, en cl<br />

vapor Olivette.<br />

POLíTICA Y REVOLCCIÓS 463<br />

la tierra: sin raíz uo hay fruto luego. Lo que hemos hecho, el espíritu<br />

de lo que hemos hecho, la religión de amor en que el alma cubana está<br />

fundiendo sus elementos de odio, eso amparará mañana a los mismos,<br />

coberbios o ciegos, hombres de miedo y de alquiler, hombres arrimadizos<br />

y segundones, hombres destructivos y nulos, hombres ornamentales o<br />

insolentes, que ven hoy surgir nuevo a su pueblo, y a la tarea de fomen-<br />

tarlo, prefieren, como el cachetero en la plaza de toros, iclavarle la<br />

última cuchilla!<br />

He visto vivir pueblos, y he ayudado a hacerlos, y a impedir que los<br />

deshagan. He visto acudir los pueblos todos de la tierra, desalados por<br />

las calles’ a saludar en un día de tormenta, el símbolo de la Libertad<br />

alzado, del mar al cielo, a las puertas de América, a las puertas del<br />

continente de la esperanza humana. Nunca vi grandeza más pura que<br />

la que he visto en mi pueblo estos días, en que el entusiasmo arranca<br />

del pensamiento, en que el sacrificio arranca de la caridad, en que la<br />

xspiracíón al derecho va unida al perdón de las ofensas. Bajo la cabeza,<br />

y bendigo. Otros duden de mi patria, y la ofendan, y la acobardell: y<br />

la amarren al yugo: ique hay muchos modos de amarrarla!: yo, que la<br />

siento vibrar, que la veo perdonar, que la veo fundar, digo, humillada la<br />

cabeza: “i Bendita sea mi patria!”<br />

He querido decir adiós, y no he podido. Ni por trabajo, ni por<br />

prudencia, ni por piedad puedo. Es mucho lo que estoy sintiendo. Cabe<br />

en una república: no cabe en palabras. El hablar será después, el<br />

esparcir el corazón, el’esconderse en un rincón de la vida, a condar<br />

R los que sufren del odio o de la arrogancia humana: ahora, es hacer la<br />

república. De la maldad que nos pueda salir al paso, no es necesario<br />

hablar. A la maldad se la castiga con dejar que se enseñe. La maldad<br />

ec suicida. No es hora de censurar, sino de amar. Mañana se contará,<br />

cabeza por cabeza, todo lo de estos djas, se ha de publicar, hombre por<br />

hombre, todo lo de estos días. El pueblo, cuando pase el bueno, dirá<br />

“iése!” El pueblo, cuando pase el malo dirá “iése!” No habrá de<br />

seguro entre nosotros un sdo hombre capaz de prosperar con la fama<br />

de fidelidacl a su pueblo, y serle infiel, a la hora de la necesidad; de<br />

ayudar con su vocerío y entusiasmo al convite a la muerte y al honor<br />

que hemos hecho a nuestra patria, y echarse luego atrás a la hora de<br />

hacer bueno el convite. Somos honrados, y lo sabemos. Somos grandes.<br />

cn la sencillez de nuestro tesón. Lo más puro que un pueblo pueda<br />

hacer, y lo más fuerte, eso lo hacemos. Afuera de áquí, unos lo enten-<br />

derán, y otros no. El hombre de alma baja, no puede comprender la

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