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Volumen 2. Política y Revolución II, 1892-1893

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252 MARTÍ / CUBA<br />

una migaja siquiera de loa provechos amontonados en la explotación<br />

de la servidumbre, hará más firmes y generosas las relaciones de los<br />

cubanos en la república.<br />

i Ah, pobres y ricos!<br />

Ayer, en “La Rosa Española”, la fábrica de tabaoos de Capo Hueso,<br />

no tenía un cubano ferviente, enfermo en la semana de la contribución<br />

voluntaria, con qué cubrir el día de trabajo de la patria. Y lo pidió<br />

prestado, para cumplir con el deber de dar a sus hijos un pueblo don-<br />

de puedan aspirar y vivir, como se pide prestado para cumplir con<br />

cualquiera otra obligación sagrada. Ni latines ni alemanes sabe ese<br />

hombre bueno, que no quiere la vida sin la dignidad, que no entiende<br />

la vida sin poder saludar de frente y como igual a los que hoy gozan por<br />

su valor de todo el derecho humaao en un pueblo suyo. Ese hombre,<br />

oscuro hoy, será leyenda mañana. Ese ea el pobre de Cuba.<br />

Ayer, un poco más atrás-cuando la guerra de Calixto García,-Car-<br />

los Roloff y José Martí fueron a pedir a un solo rico, a Don Miguel<br />

Cantos, el barco y las armas de la expedición. No había barco, no había<br />

armas. Martí le habló unos cuantos minutos. Don Miguel Cantos se<br />

puso en pie, y le echó el brazo por el hombro: “ivamos, hijo; ya tienes<br />

todo: ya tienes el barco, ya tienes las armas!” Y un hombre solo pagó<br />

la expedición, Don Miguel Cantos, que es polvo hoy, será mafiana mo-<br />

numento. Si tuvo esclavos primero, redimió esclavos después. Así fue un<br />

rico de Cuba.<br />

3<br />

LA LOCOMOTORA<br />

Hablaba una vez Martí, hace doce aiios, en la sala olvidada de Steck,<br />

cn la calle catorce de New York, cuando la guerra que tuvo por jefe al<br />

cubano de la frente horadada, a Calixto García. Hablaba de las causas<br />

intimas e inconstratables de la guerra, del estado revolucionario de la<br />

isla, de la independencia que como solución única se vislumbraba en<br />

el choque diario de un pueblo americano y consciente con el pueblo<br />

español, inconsciente y tardío, y construido todo él sobre el sistema del<br />

aprovechamiento desatado y despótico de las colonias. Hablaba ante<br />

el auditorio compuesto que en la cordialidad real de su doctrina entrevé,<br />

por la amalgama del respeto en Ta equidad, la condición indispensable,<br />

POLÍYICA Y REVOLUCIÓN 253<br />

sólo a la gente de medio coraxón costosa, para que coexistan sin vio-<br />

lencia los elementos discordes de nuestro pueblo. Hablaba ante la mu-<br />

jer del presidente mártir, ante el gallego que cayó muerto al llevar su<br />

caridad a la casa del jefe de la revolución, ante el liberto recientemen-<br />

te redimido que, para mentís de quienes lo suponen ingrato a sus liber-<br />

tadores, era entonces en el destierro, como fue en los últimos años de<br />

la guerra, sostén principalfsimo de la revolución. Hablaba, hace trece<br />

años, previendo que, caso de que por su hilación precipitada u otras<br />

causas fuese vencida aquella tentativa revolucionaria, los factores per<br />

manentes de discordia que quedaban viviendo, entre las esperanzas que<br />

se desvanecerían y la explotación y ofensa congénitas que no habían de<br />

cesar, traerían la guerra definitiva dentro de un plazo que se debía em.<br />

plear en robustecerla y ordenarla. Hablaba Martí, como quien sangra.<br />

bace trece años, de la vileza en que vivimos; del hábito de la indigni.<br />

dad ambiente que afloja y extravía a los mismos que levantaron ant-<br />

contra él la melena de león; de la generación fervorosa que del campo<br />

fiero y de la universidad píafante y de los hogares empañados e insegu<br />

ros había de surgir, indómita como Agramonte y pura como Morales, a<br />

probar que los criollos de ahora, aunque los hayan envenenado en ea.<br />

tos últimos años con el espectáculo continuo de una existencia de lujo<br />

tentador que inspira a la juventud fuerte y ambiciosa a la conquista<br />

‘impúdica de la fortuna, no son de la ralea bestial que mancha, en la vi-<br />

da intima con el fraude y el vicio de los asesinos de su pueblo, la me-<br />

moria de los que supieron preferir el peligro de la muerte a la llaga<br />

escondida de la existencia sin verdad ni dignidad: iterrible el paso por<br />

el mundo, con el rostro caído detrás de la máscara de cieno! ;Viles, si<br />

los hubiera, semejantes mujeres y semejantes hombres! Hace trece<br />

años, en los mismos días en que un cubano rico armaba, él solo, el bu-<br />

que que llegó ya muy tarde a Oriente fatigado, hablaba Martí de estas<br />

cosas, ante la sala que no ha perdido aún un concurrente fiel, con las<br />

entrañas que dan poder al amor del hombre por el hombre, única pa-<br />

sión que ha de guiar a quien tenga la mano en la suerte de los pueblos,<br />

y profecía a quien busca el estado futuro de un país en el desarrollo y<br />

convivencia inevitable de los elementos que lo forman. Y por entre el<br />

gentío conmovido, por entre los generales y las viudas y los huérfanos<br />

de un pueblo que acababa de ver morir una guerra angustiosa de dia<br />

años y reconocía la persistencia fatal de los elementos de la guerra nue.<br />

va, se abrió paso un pintor mexicano, el indio Alamilla, que con el ge.<br />

nio de su lápiz había dibujado al vuelo en una tarjeta el símbolo que

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