Volumen 2. Política y Revolución II, 1892-1893
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258 MARTf / CUBA<br />
sí toda su fuerza y luz. La palabra de mera verba y sin propósito es des-<br />
deñable y repulsiva, como las pinturas de una meretriz: las palabras de<br />
previsión y de amor, en visperas del levantamiento de un pueblo, son<br />
rápidas y luminosas, como el florete del maestro de armas.<br />
Asi fueron, sin descuido para ninguno de los peligros presentes, sin<br />
encono para ninguno de los equivocados de hoy, sin la pòmpa y alarde<br />
patrióticos que repugnan a los hombres de verdad y sacrificio, las ora-<br />
ciones todas, breves y vibrantes, de loa quince amigos; así, en anuncio<br />
de lo verdadero, con aquel entrañable afecto que reune a las almas que<br />
lo exhalan en común, como el combate con la muerte junta para aiem-<br />
pre a los que la han desafiado codo a codo en los campos de batalla, se<br />
mostró más por el fuego de los ojos que por las palabras mismas, el ape-<br />
go profundo, el cari60 heroico, la unión ferviente, en esta hora sagra-<br />
da de renuevo, de esas dos islas de nombre diverso que pelearán ma-<br />
ñana con un mismo corazón, que se defenderán con un mismo brazo,<br />
que se fundarán con un mismo pensamiento: la isla de Puerto Rico, don-<br />
de nacieron los comisionados que pedían a España en la Junta de In-<br />
formación la abolición de la esclavitud, y la isla de Cuba, donde el pri-<br />
mer acto de los cubanos blancos reunidos en nación fue abolir la es-<br />
clavitud de los negros, cubanos o africanos; así habló, como cabeza na-<br />
tural del pensamiento de Borinquen en New York, como hijo espiritual<br />
de aquel Betances que hace catorce años renunció la representación de<br />
una república en París, por aceptar de manos del mismo Delegado de<br />
hoy la representación de la guerra que iba a renacer con Calixto Garcia<br />
Iñiguez, así habló el presidente reelecto del club puertorriqueño, el ge-<br />
neroso y valiente Sotero Figueroa. Desde los días. de la Junta historió él<br />
la hermandad de los cubanos y de Puerto Rico; pintó él el esfuerzo de<br />
Lares, anterior al de Yare, y el entusiasmo con que en el corazón de<br />
su tierra se amó y admiró, con el dolor de las manos atadas, a los pre-<br />
cursores cubanos; habló él, autonomista de otros dias, de la esperanza<br />
sincera con que, a par de mucha alma libre de su país, aspiró a ir reca-<br />
bando de España en el trato franco de la vida política, el reconocimien-<br />
to de la emancipación incruenta de la hija entrada en la mayor edad;<br />
describió el desconsuelo y la indignación de su pueblo, sólo tachado de<br />
tibio por quienes no lo conocen, al darse otra vez de bruces con el des-<br />
caro y osadía de una nación gozadora y despótica que no tiene, en el<br />
tiempo en que lo requieren las Antillas sofocadas, tiempo para conver-<br />
tir en un pueblo trabajador y de propia suficiencia la nación constitui-<br />
da, del cimiento al techo, sobre la explotación oficial y el comercio pri-<br />
POLÍTICA Y REVOLUCIÓN 259<br />
vilegiado de las colonias; señaló con justo orgullo, con orgullo que e<br />
no ser cubanos revolucionarios no hubiéramos podido sentir con él, al<br />
pueblo todo de su isla, recién salido de la tortura de la inquisición, que<br />
lechaza sin miedo, como la ofensa vergonzosa que es, la limosna electoral<br />
que levantó sumiso el partido autonomista de Cuba; y acabó su arenga<br />
de razón, fundada en el superior conocimiento que le asiste como per-<br />
sona mayor que fue del autonomismo, con palabras calientes como abra-<br />
zos para la verdad y la previsión, para el amor al hombre y la fe en su<br />
pueblo, con que de brazo de los‘ puertorriqueños, entran en la guerra<br />
inevitable los cubanos.<br />
Antonio Vélez Alvarado puso en frases fervorosas su adhesión a la<br />
causa de que es impaciente mantenedor, y su palabra de cariño a Cuba<br />
arrancó a Gonzalo de Quesada, que fue allí como corazón hablado, el<br />
período impetuoso en que recordando a un prócer de su apellido, que<br />
abogó la primera tentativa de independencia de Puerto Rico, prometía<br />
lavar la culpa de su antecesor con la decisión de hijo con que, como a<br />
la de Cuba, se tiene jurado a la libertad puertorriqueña. De lo más be-<br />
llo de la juventud, y con el orden y armonía del entusiasmo encendido<br />
en la razón, brotaban los arranques en que recordó Quesada a Felípe<br />
Goita, el puertorriqueño que cayó herido el primero por la libertad cu-<br />
bana al pie de Narciso López; a Baldorioty de Castro, reducido a la pre-<br />
paración lenta del carácter que ha de preceder a la acción revoluciona-<br />
ria; a Eugenio María Hostos, menos seguido de lo que se debió en los<br />
tiempos confusos en que la revolución de Cuba iba como al garete, entre<br />
la guerra poco ayudada de afuera en el i;lterior, y el parlamento indeciso<br />
que imperaba entre los cubanos de la emigración. iY con razón ofrecía<br />
Quesada al terminar que, con la pericia ganada desde entonces, y con<br />
el ánimo nuevo que Puerto Rico trae 8 la labor, no se conocerá en la<br />
época que ahora empieza, diferencia alguna entre un cubano y un puer-<br />
torriqueño !<br />
Y sucedió entonces lo que sólo sucede en los raros instantes de ver-<br />
dad que, como términos en el camino, marcan la vida del hombre por<br />
entre los apetitos y vilezas de este mundo. De los silenciosos como de<br />
los elocuentes salieron voces inolvidables y profundas. Era una sorpre-<br />
sa cada oración. Cada hombre se ponía en una frase eléctrica y preci-<br />
sa. Benjamin Guerra, en un párrafo de fuego, saludaba, para los pe-<br />
ligros comunes, la amistad natural e indestructible de las Antillas. Larea<br />
entero habló, lleno de Cuba, por uno de los bravos de aquella empresa<br />
gloriosa. Virgilio Zayas Bazán, pálido de emoción, declara que ve lle-