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Volumen 2. Política y Revolución II, 1892-1893

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li4<br />

HARTí / CUBA<br />

mente con el jornalero que lleva en los ojos la luz de la virtud, y en el<br />

vestido la huella del trabajo; de este raudal de cariño, en que nos<br />

hemos sentido como unos con loe dominicanos y haitianos y jamaiquinos,<br />

con los cubanos tenacea de Santo Domingo y los industriosos de Haití )<br />

los inolvidables de Jamaica, lo más público ha sido, y lo más solemne,<br />

la noche en que los clubs ansiosos se agolparon a oir la relación de las<br />

impresiones recientes del Delegado ,-la plática sustanciosísima del Dele-<br />

gado con la Liga, adonde fue como estudiante que es de los problemas<br />

sociales, más que como persona de política expresa,*1 banquete que en<br />

pocas horas, con singular espontaneidad, le preparó la emigración al<br />

tener noticia de su urgente partida,-y la fiesta conmovedora, donde<br />

hubo pocos ojos secos, con que las hijas del trabajo: cubanas y puerto-<br />

rriquefias, visitadas con hermandad aquella noche por las que gozan<br />

de más favor de la fortuna, quisieron desear viaje feliz a un hombre de<br />

cuyos labios la guerra no les parece consejo terrible, que ha de sacarles<br />

de los brazos al hijo y al esposo, sino modo necesàrio y definitivo de<br />

conquistar para el esposo inquieto y para el hijo extranjerizo un hogar<br />

propio y feliz.<br />

LA REUXIÓN DE LOS CLUBS<br />

La noche de los Clubs ia qué decir el hirviente gentío, el sal811<br />

rebosado, el aura cariñosa, el proemio de viril amistad con que el presi-<br />

dente Fraga habló del Delegado, y aquella alma única y suspensa en<br />

que vivió por tres horas la comunión de hombres? El perfil atrevido<br />

del héroe puertorriqueño se dibuja allá al fondo, como incorrupto guar.<br />

dián, junto a la épica estatura de un santiaguero que le conoce.las cuevas<br />

amigas y el guano y el ñame, a los invictos farallones. Suben nuestras<br />

concurrencias, y no bajan. Los mismos a quienes logró desviar de la<br />

obligación humana del patriotismo la lección importada, la lección de<br />

otros países y otros problemas .y otros odios, allí acuden, ya dueños de<br />

sí, en cuanto la palabra equitativa les ha mudado el amor egoísta a una<br />

clase de hombres en el amor supremo a todos. El de la profesión está<br />

al lado del del oficio, y el del oficio va elegante y culto, porque el amor de<br />

la, libertad da al hombre, con mayor respeto de si, mayor respeto a los<br />

demás. El acaudalado ya canoso se estruja, para estar más cerca, entre<br />

dos jornaleros. La juventud, como una guardia, rodea la tribuna, y ee<br />

bebe cl discurso, pálida, silenciosa. En el estrado están, con el ;mpe<br />

recedero Juan Fraga, el admirable Tesorero Benjamín Guerra; el Secre-<br />

tario abnegado y elocuentísimo Gonzalo de Quesada, el caballeresco<br />

POLfTICA Y REVOLUCIÓN 175<br />

Secretario del Consejo, Sotero Figueroa. De la tribuna, como un corazón<br />

que ge vacia, vierte el fuego de su ternura y la lección de su viaje<br />

el Delegado.<br />

iPudiéramos, en largas páginas, enumerar las ideas que aquel dis-<br />

curso removió; pintar los hogares criollos que pintaba él; señalar los<br />

pecados políticos y las virtudes de los pueblos que acahaba de ver;<br />

poner el dedo, sin dureza ni lisonja, sobre los problemas agudos de<br />

nuestra sociedad; describir, de modo que no lo olvidaremos, el taller y<br />

la vega y la casa de los cubanos creadores; alabar la grandeza de los<br />

héroes vivos, que en nada cede a la de los muertos; abrir los brazos,<br />

como él los abría, a las tierras donde Cuba, como hermana adolorida,<br />

había sido recibida con apasionada delicadeza en la persona de su repre-<br />

5entante? El Delegado, con nuestras almas detrás, nos llevó, callando<br />

sólo lo- que debía, por los mares -dudosos, por las inquietas ciudades<br />

haitianas y su vapor hospitalario, por las casas campestres del bravo<br />

isleño Montesinos, y de Alvarez y Col1 y Massenet, al hogar heroico de<br />

Máximo Gómez, que pintó con colorea de verdadero enamorado, a la<br />

hacienda donde trabaja, integro y juvenil, el guerrero incapaz de man-<br />

cillar con el interés la grandeza excepcional de su corazón. Uno a uno<br />

apretamos la mano de aquellos cubanos valiosos; de cuya vida difícil<br />

y ejemplar prepara el Delegado, por agradecimiento de él y esperanza<br />

de Cuba, una memoria escrita.<br />

Y de enseñanza en enseñanza, estudiando fenómenos sociak y bus-<br />

cando la causa de los males políticos, hundiendo el brazo hasta el hombro<br />

en la verdad desnuda de las repúblicas, fuimos, sin que el Delegado nos<br />

dijera de si más que lo que se relacionaba estrictamente con la patria,<br />

de la pensadora Santiago a la ciudad amada de Santo Domingo; del<br />

mérito y bondad de los dominicanos, que puso por sobre su cabeza, al<br />

campo amable y repartido del laborioso Haití; de los pensadores y<br />

póetas amigos de Port-au-Prince a la isla donde triunfa, en condiciones<br />

favorables de clima y larga permanencia, el ensayo dichoso de la vida<br />

libre, en el trabajo y respeto mutuo que vienen de él, de los cubanos a<br />

quienes dividió la colonia artera y la esclavitud venenosa, y hoy junta<br />

en paz viril el heroísmo de la guerra y la hermandad del destierro.<br />

A Jamaica fuimos, y largo tiempo estuvimos allí, y con el mismo ardor<br />

con que nos encomiaba el Delegado los méritos de propia defensa y<br />

fundación, de laboriosidad y democracia, de los antillanos que halló en<br />

Santo Domingo, de los que, en el pico de una roca o a la sombra del<br />

único árbol, halló en Haití, de aquellos industriales y científicos y

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