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Volumen 2. Política y Revolución II, 1892-1893

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108 XARTf ,/ CUBA<br />

deponen, ante ia gran ocasión y !a política viril y sincera, todas su9<br />

soberbias, todos sus cansancios, toda9 sus desconfinnzas,--osa, e! de la<br />

entrevista, mentir sobre “la9 querellas, los celos, las divisiones entre<br />

Ia9 fuerzas patrióticas de los Estados Unidos”,-asegurar, contra el admi-<br />

rabie testimonio, que ‘Íruestros hombre9 son buenos, pero todo9 de mero<br />

impuiso, y hombrea sin fijeza”: iein fijeza, los hombrea que pelearon<br />

diez años sin sueldo; y luego otro sin sueldo; y luego han preferido el<br />

trabajo nómade e infeliz del extranjero e. los provechos de la gloria<br />

arrepentida; y ahora, después de veinticuatro años todavía, dejando mujer<br />

e hijos y hacienda, “quieren volar, para ayudar a esos hombres!“--;Por<br />

ahí anda un agujero de culebra!<br />

El de la entrevista, con inexactitud patente, benévola exageración, 5:<br />

ira mezclada de un respeto sincero, que el aludido de seguro agradecerá,<br />

dice así, a propósito de un cubano algo conocido. “En él, al creer de<br />

muchos, tenemos una especie de Parnefi. E! es grande e.n otras cosa9,<br />

como orador, y como poeta, y como literato en general; pero es exce-<br />

sivamente visionario. En catorce años de ausencia de Cuba no ha podido<br />

observar los cambios que en ella han tenido lugar. Es muy noble de<br />

parte de él consagrar au vida a la cultura y elevación del negro cubano;<br />

pero sería error suyo el favorecer el armamento de expediciones cuyo<br />

resultado no puede ser m& que el derramamiento inútil de sangre, y<br />

un 12gimen aún m&r terrible”.<br />

De seguro que el cubano aludido sería menos de lo que es, y pecaría<br />

por ceguedad e involuntaria traición, si en su pueblo de varios factores,<br />

en ve: de dedicarse a la mejora de todos el!os, y a crearles condicione9<br />

de vida equitativa y pacífica, se dedicara parcialmente a la cultura y<br />

elevación de uno de ellos. De seguro que, para demostrar que conoce<br />

muy de cerca lo9 cambios que han tenido lugar en Cuba en estos catorce<br />

años,. basta a ese cubano saber que el hombre de color en Cuba es ya<br />

ente de plena razón, que lee en su libro y se conoce la medida de la<br />

cintura; sin que necesite que del cielo blanco le caiga el maná culto,<br />

porque él se afina y levanta por si propio, sino que los cubanos blancos,<br />

para evitar a la patria el malestar continuo que pudiera parar en parcia-<br />

lidad justificable y peligrosa, den, en la verdad de las costumbres-que<br />

es lo que hace ese cubano algo conocido-l ejemplo de la igualdad<br />

que enseíía la naturaleza, confirma la vida virtuosa e inteligente del<br />

cubano de color, y sólo está hoy de disfraz en falsas leyes. Al que murió<br />

por mí, yo le digo: tú eres mi hermano: Al que tiene todos mis vicios, y<br />

toda9 mis virtudes, yo le digo: tú ere9 mi hermano. Al que viene de mas<br />

?OLíT!C.t Y REI’OLL’C ItiX 109<br />

abajo que yo, y sube por su inteligencia y por su honradez y por su<br />

nbnegecion tan alto como yo, yo le digo: tu eres mi hermano. En Cuba<br />

no hay que elevar al negro: que a prorrata. valgan verdades, tanto<br />

blanco necesita elevación como negros pudiesen necesitarla. En Cuba,<br />

por humanidad y previsión, hay que ser justo. iSaben tan poco de<br />

Cuba estos corresponsales que escriben de la Habana. sin conocimiento<br />

de las casas humildes, que se hermosean y crecen; de la pasión de la<br />

libertad, que acorta diferencias y pone el amor al derecho, y el cariño<br />

a los que lo defienden, por sobre el recuerdo del color: del respeto<br />

tierno y profundo del cubano blanco de la guerra a su fiel y heroico<br />

compañero negro; del b ienestar notable, aunque inferior a su amor a la<br />

iibertad, del liberto laboriosísimo de Oriente, pieza ayer de conuco, y<br />

hoy señor de sn labranza, con su caballo de buen jaez, y su ropa bru-<br />

ñida, y la escuela montuna, pagada por aquellos africanos a porfía.<br />

iNi qué saben, los que se pasan la vida sombrereando al duefio, y sobor-<br />

nando a pícaros, entre cien mil ñáñigos y cincuenta mil damiselas, y<br />

comandantes y alféreces de estrambote, qué saben de la rebelión sorda<br />

v enérgica entre la gente viril, callada y chispeante, de su propia ciudad;<br />

de la bravura y dolor de la isla entera, dormida sobre el filo del sable de<br />

la guardia civil, y sin maíz que comer ni café que beber; qué saben,<br />

torpes e ingratos, de las tormentas que han desviado de sus cabezas en<br />

estos últimos años, desde sus sillones cómodos de New York, los que<br />

no conocen los cambios que en estos catorce años han tenido lugar en<br />

Cuba; qué sahen, los que ven el mundo con la frialdad del mármol que<br />

pisan, y la estrechez de los adornos calados de la barandilla del bufete,<br />

de la sublime alma cubana, viril y piadosa,-del sublime espíritu del<br />

hombre, en que se funden todas las condiciones y colores,-del sublime<br />

africano de Key West, el maestro Miguel. . . : “Lo que el padre no puede<br />

volver a hacer, lo harán los tres hijo,s, y si no hacen los tres hijos lo<br />

qne hizo su padre, no son mis hijos?” Acaso es lícito atreverse a asomar,<br />

con todo comedimiento, la respetuosa insinuación de que, en la hora de<br />

desorden político y miseria colérica de Cuba, pudieran el africano Miguel,<br />

y los tres hijos del africano Miguel, ser más útiles que los corresponsales+<br />

que cara a cara de la unión gloriosa de los elementos de la revolución,<br />

mienten a sabiendas sobre su desunión, y los desacreditan ante el país<br />

cuyo respeto es indispensable para cualquiera de las soluciones de la<br />

patria. Pues ì hellacos! : si los cubanos que en la hora de crisis subieron<br />

a la cabeza del país activo só!o son hombres “de mero impulso”: hombres<br />

“sin fijeza”, hombres “de querellas, de celos y de divisiones” iqué esti-

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