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Volumen 2. Política y Revolución II, 1892-1893

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62 MARTí / CUBA<br />

cl mar a pagar gustos de pollos de Anfequera, o nutrir en nuestro pueblo<br />

los vicios insolentes que nos lo queman; los propietarios incautos e inde-<br />

cisos, que, como padres culpables, miran más su comodidad de hoy;<br />

aunque vean que apenas les durará lo que la vida, que la obligación<br />

de asegurar el porvenir a los hijos que trajeron al mundo, son como el<br />

indio poblano, cuando iba a Puebla a vender sus hacd de leña al español<br />

que le ponía de marca un medio por cada cinco haces, que le valían una<br />

peseta fuerte, y el indio, cuando el astuto español hacia como quien no<br />

ve, se robaba un medio de los de la marca. Así son los propietarios<br />

tímidos; se roban el medio, y pierden los veinticinco centavos.<br />

Aunque cerremos los ojos, y pongamos las manos, lo que está ante<br />

nuestra vista, esta, y el rayo caerá sobre nuestras cabezas.-¿Y quién,<br />

dice el propietario tímido, me garantiza de que después del triunfo de<br />

la revolución, no continúe yo padeciendo bajo los revolucionarios ambi-<br />

ciosos o impotentes, bajo un país de abogados sin empleo y de caudillos<br />

encabezados, lo mismo que padezco bajo este gobierno español de pros-<br />

titución y simonía? Todo se ha de admitir, porque todo es cierto, hasta<br />

esa penosa reducción de los deberes de la vida al menor de ellos, el de<br />

conservar la riqueza material, en virtud de cuya reducción llegan los<br />

hombres a ver serenamente, con tal que no les altere el balance anual,<br />

las ofensas que ensangrientau sus propias mejillas, y la de sus propios<br />

hijos. Pero los pueblos no están hechos de los hombres como debieran<br />

ser, sino de los hombres como son. Y las revoluciones no triunfan, y<br />

los pueblos no se mejoran si aguardan a que la naturaleza humana<br />

cambie; sino que han de obrar conforme a la naturaleza humana y de<br />

batallar con los hombres como son,-o contra ellos. Pena es que la<br />

sangre no le hierva al hombre en las venas,+omo hirvió la de nuestros<br />

padres, mucho más ricos que nosotros,-cuando un dueño brutal se le<br />

sienta sobre toda la casa, y lo obliga a la perpetua cobardía de la men-<br />

tira, y emplea en mantener escandalosos vicios, a la puerta de nuestros<br />

hogares arruinados, el tributo que tenemos que pagar con el alquiler de<br />

nuestra honra y la hipoteca de nuestras fincas. Pena es el que el hombre<br />

no vea que la riqueza material, aun cuando esté más segura que la de<br />

los hijos del sesenta y ocho está bajo el sable de sus deportadores, no<br />

da a la vida el goce y plenitud de la riqueza menor, o de la mayor pobreza,<br />

cuando por todo el rededor palpita, en la franca aspiración criolla, el<br />

hombre libre. iQué diferencia hay, en el fondo, entre un esclavo que<br />

POLíTICA Y REVOLUCIÓX 63<br />

rompe la tierra, y un esclavo que gasta en el aturdimiento lo que Ir<br />

deja de su tierra una metrópoli voraz? El bochorno de su inercia hará<br />

más amarga, aunque él se lo disimule, la existencia del esclavo dorado.<br />

Pena es que el hombre no salte de su asiento al ver que vive sin poder<br />

sacar la verdad a los labios, que acata y besa la mano que lo burla y<br />

que lo azota, que crecen en la tiniebla y en la persecución sus hijos.<br />

Pero de ese argumento del interés se ha de tomar nota, por lo que tiene<br />

de humano, y de fuerte por tanto, y por lo que hay en él de justo. Pero<br />

no se ha de responder a él, con la arrogancia de la profecía que ofrece.<br />

por la potencia del deseo, democracias milagrosas y repúblicas de madw-<br />

perla, con celajes de azul y oro; ni con la autoridad de la visión prívi-<br />

legíada, que descubre, en los encuentros venideros de las fuerzas<br />

generosas actuales, una firmeza, llena de vitalidad, que no es dable prever<br />

aún a los que de su estudio menos cordial y completo no pueden derivar<br />

la misma fe sensata. No se ha de responder a una duda positiva con una<br />

confianza romántica, o épodo de sentimiento, o augurio de adementado<br />

sacerdote. No se ha de alegar que tenemos un pueblo de fácil laboreo.<br />

con hijos aleccionados en la actividad por la desdicha y ansiosos y ca-<br />

paces de labrarlo. No se ha de decir, aunque sea cierto, que la república<br />

no puede ser ya en Cuba la lucha entre las castas ociosas y autoritarias<br />

contra el país productor e imberbe,. como en otros pueblos de América.<br />

sino que la abundancia de empleos reales dará oficio a la inteligencia<br />

ambiciosa sacada de los quehaceres segundones de la vida colonial; y-<br />

el hábito del voto, del examen y de la vigilancia, y el tráfico abierto de<br />

todas las regiones, evitará el mal dc los caudillos. Lo que hay que decir<br />

es que, ya que vivimos en angustia continua, en inseguridad continua.<br />

en amenaza continua, valdría más, de todos modos, vivir así en nuestra<br />

casa propia, donde el cariño natural de la tierra íría remediando nuestros<br />

males, donde el producto de nuestras depredaciones posibles quedari<br />

dentro del país y entre sus hijos, donde el súbito decoro de nuestra<br />

vida revelaría a nuestro espíritu cultivado supremas obligaciones,-quc<br />

vivir en una agonía de que sólo aprovecha el extranjero y cuyos productos<br />

no quedan en nuestra casa.

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