RIGOR MORTIS

muerte, enviados por Carlos el Chacal o Abu Nidal por un error? Una voz traspasa la
madera.
“Fraülein, miss, lady…”
Pego la oreja a la entrada. No hay sonido. Pregunto, con las dos manos cruzadas
sobre el pecho: “¿Yes, who is it?”. Enseguida salto de la imagen a un lado del marco, para
el caso que unas detonaciones de escopeta sean que traspasen la madera o el hacha de un
desquiciado asesino en serie.
“¡Ah, guten morgen, fraülein Fritcher…ich bin der…!”
“¡I don’t speak german! ¿Who are you? ¡Speak English, please…!”
“¡Ah, ja, ich, uh, that isz, I, yes, I am the tick tock care of man, nein, vhat isz I mean,
I am der superviszer ouf time, der chronometer, ja, das ist, yes, I am der clockmaker!”
“¡No, thank you!”
Una persona no identificada llega al rescate del trato con el relojero suizo. La lucha
dura unos pocos empujones y toca el cucú. El héroe anónimo desliza una tarjeta prepagada
de Jelmoli bajo la puerta y se retira. Yo regreso a la cocina a llorar.
“¡Todavía tengo muchas cosas por hacer...no me quiero morir...tan solo soy otra
simple empleada de una transnacional peleando un ascenso!”. Me lamento.
Apetezco un cigarrillo. Con la uña, rompo el celofán del empaque. Adentro de la
cajetilla, perfectamente enrollado como otro cigarrillo, noto un papel rosa. Lo desenrollo
con temor y leo: ignora el mensaje anterior.”
“¡Pero la locura aquí descrita, amigos televidentes, es lo que el fallecido Apley daba
llamar la excentricidad!”, te interrumpe el conductor del programa. “¡El patrón de conducta
fuera de la norma aceptada y establecida! ¡O lo qué, quién sabe qué rayos quiere esto decir!
¡El caso del anciano con medallas de viejas batallas en el suéter, sentado en una banca del
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