RIGOR MORTIS

de la mente una cámara de espejos, escruta los ojos de su instigador y patea la caja de pan
duro.
-¡Abre la tapa, horrible hijo de puta! ¡Ábrela ya!
Surgat vomita gusanos sobre la tapa, le siguen palabras ininteligibles. Ninguna tiene
sentido para Ruben. La voz es una ráfaga violenta que obliga a cerrar los párpados. Náutica
le había advertido en vida que el tipo era problemático.
La voz se modula, se vuelve refinada. El diablo habla un lenguaje para llevar a
Ruben o cualquiera más lejos de lo que hubiera adivinado, puesto que la perorata es el
idioma del Paraíso y el idioma del Juicio Final. Surgat habla en caldeo. La cerradura salta,
el arcón queda abierto.
El curioso aprieta los labios. Surgat voltea en dirección suya y le dice en perfecto
latín: Quid pro quo. Ruben señala el frasco anudado con la arteria. El demonio sacude la
cabeza dos veces para desaparecer en la tercera con una explosión de luz y Ruben pierde el
conocimiento, únicamente para recobrarlo y descubrir que Náutica tenía razón: todo tiene
su precio. Surgat no se había ido con las manos vacías. El cuerpo de su amada no estaba en
su lugar. Había sido parte de un intercambio. En su lugar, quedaba el bahut abierto y el
suelo dulce y blando como el colchón de la eternidad.
El bahut contenía más objetos de lo que sus dimensiones externas pudieran haber
indicado. El objeto que destaca en su interior es un libro manuscrito. Un libro entero sin la
palabra tú para considerarlo un diario. Un libro calcáreo, seco, desolado. Náutica invita a la
fiesta de sus entrañas. El relato es de una modestia engañosa, escritura automática. La
anotación inicia con la descripción de un hallazgo encontrado en las excavaciones sobre la
pared del corredor de la procesión del gran palacio de Minos en Cnossos, circa 1900. La
reliquia es descubierta detrás de un elaborado fresco y oculto en un nicho desde el año 2000
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