RIGOR MORTIS

Psiquis sopla la frente de Rafael. Manuel queda suspenso con la mirada vacía.
-No seas absurdo...¿Cuatro dimensiones? El tiempo es la cuarta dimensión, según la
relatividad. Tú no le puedes poner ladrillos a eso.
-Sí, sí, el tiempo es la cuarta dimensión. También lo es la hipoteca, pero no estoy
pensando por la paciencia de las estaciones. Diablos, por economía de material, tú puedes
concebir una casa de ocho habitaciones ocupando el mismo terreno de una casa de una
habitación. Como luce un teseracto. Caramba, merezco el premio Nacional de Bellas Artes.
-La casa de la mirada
-Te mostraré
Rafael abre un cajón y saca una caja de palillos, en realidad un puñado de líneas de
madera. Las cosas, si no se nombran, se ocultan dentro del cajón y se quedan intactas.
Enseguida endurece la bola de plastilina en la luz polvorienta del restirador y arregla dos
juntas de masa en cada palillo, sin ver atrás ni al frente, a formar una figura unívoca de
vértices conectados.
-Un cuadro, un cuadrado –comenta Manuel.
-Obviamente, hermano. Ahora, armamos otra figura semejante, luego unimos ambas
con cuatro palillos perpendiculares y ¡Voila! tenemos un cubo.
Manuel puede sentir la escuadra de los palillos crepitar entre los dedos y enseguida
perderla en el siguiente nivel. Largo, ancho y altura y nodo por nodo. El mismo objeto
dibujado en el papel albanene resulta una incrustación de los ángulos rectos entre ángulos
agudos y obtusos de una longitud igual. Este es el costo que hay que pagar por perder una
dimensión en la proyección geométrica: no derecha izquierda, no arriba abajo, no frente
atrás sino simultáneamente todos los ángulos rectos en todas estas direcciones. Ningún
dibujante puede decir qué dirección es ésta, pero es posible deducir que existe. En este
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