RIGOR MORTIS

RIGOR MORTIS
Diecinueve años antes, Gabriel Fuster había escrito su último cuento. Desde entonces, 19
libros han sido publicados y conteniendo una centena de sus relatos. Un ciento de
narraciones fantásticas que han salido de su máquina de escribir mecánica Olympia. Lo que
nadie sabe es que todos esos cuentos no son de su inspiración, sino que han sido escritos
por pequeños marcianitos en brillantina, a bordo de su nave interplanetaria de pocos
centímetros.
La fama le vino temprano a Gabriel Fuster; Éste ganó su primer certamen a los 9
años, en cuarto grado, durante los festejos de primavera de su escuela primaria, al escribir
su tarea en verso. Las rimas eran de los más elementales, considerando el rebuzno del
burro, pero la imaginación vertida lo convirtió en un instantáneo cause célèbre. Aunque se
levantaban interesantes cuestionamientos en matemáticas y ciencias naturales que lo
motivaban a ser físico nuclear, esto fue ignorado por su profesora y fue obligado a quedarse
sin recreo los años siguientes para escribir oratorios a las monjas del colegio. Siendo niño
scout, a los 14 años, logra la insignia de escritor con sus relatos de campamentos, lo que
significa ser una luz de bengala entre la comunidad.
Su primer recital vino cuando tenía 24 años y, a la par, nació el Instituto
Veracruzano de Cultura. El público fue cautivado con la lectura de su cuento “La
cucaracha”. Dos años después, el público llenaba la Sala Manuel M. Ponce, en Bellas
Artes, para escuchar su cuento “Al filo del insomnio”. Su primera colección de cuentos fue
publicada cuando tenía 25 años.
Para la edad de 26 años, él era un autor fecundo y los críticos no se atrevían a
clasificarlo bajo el rubro de autor de cuentos, sino literatura moderna. La demanda de sus
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