RIGOR MORTIS

se ofrece llevar los obsequios para rendir el tributo al rey, al sacerdote y al hombre, pero los
tres reyes magos prefieren cargarlos por cuenta.
-Traemos obsequios para el niño
-¿Oro, incienso y mirra?
-No, preferimos pañales.
Enseguida se abren camino entre los fans ahí concentrados, con dichos regalos en la
mano. Y allí, en un cuarto de tarifa moderada, los reyes magos encuentran al salvador,
recostado en una caja usada de zapatos y trapo seco. La madre, María, según se lee en el
gafete de Wal-Mart que cuelga de su chaleco de servicio, es una muchacha que insiste en
citar que fue ultrajada por Dios y perdió el empleo. Dios, por su cuenta, envía a un
mensajero. El mensajero hace llegar su saludo. Lo hace en computadora. Lap top, times
roman, diez puntos. La escena es oficial ante los siguientes testigos de calidad: pastores,
carretoneros, ganaderos, entrenadores de mascotas, domadores de leones, notarios públicos,
jockeys, premios Nobel, acarreados, ilegales, Noticieros Televisa y un hombre contratado
por dos horas para que levante la mula y el buey con sus fuertes brazos.
Los tres reyes magos avanzan, encontrando difícil un espacio para ellos entre la
multitud, luego ponen sus regalos junto a la rosa de la circuncisión y observan largo rato al
recién nacido.
-Llamémoslo Fuster –sugiere Gaspar
-No seas absurdo– replica Baltasar - ¿Gabriel y Fuster? ¿Gabriel Fuster? No,
pongámosle Jesús. Es corto, fácil de memorizar, muy eufónico.
Entonces los tres hombres sabios se vuelven a enfrascar en otra larga discusión
sobre el nombre del niño y finalmente acuerdan en llamarlo Gerber, porque una compota
tiene poco recintos de ideología para empezar un estallido cristero.
72